San Juan de Ávila, Doctor de la Iglesia, por María García de Fleury
Por: María García de Fleury
Juan de Ávila nació el 6 de enero de 1500 en Ciudad Real, España, estudió en la Universidad de Salamanca y en la Universidad de Alcalá, haciendo enfasis en leyes, filosofía y teología. Era el tiempo del humanismo renacentista y su viuda se vio ampliamente involucrada en las circustancias históricas y eclesiales.
Conoció y estuvo influenciado por personajes como Francisco de Vitoria, Erasmo de Rotterdam, Tomás Moro, Ignacio de Loyola, Teresa de Jesús, el arzobispo Don Pedro Guerrero, las ideas del tomismo, y la vuelta a los estudios biblicos entre otros.
Fue ordenado sacerdote en 1526 y como sus padres habían fallecido, invitó para su primera misa a doce pobres, luego los invitó a almorzar y les repartió todos sus bienes.
Quiso ir a las misiones de México y mientras estaba en Sevilla esperando el barco, se dedicó a evangelizar en cárceles, hospitales y hospicios. Viendo su gran labor, el arzobispo de Sevilla lo llamó y le dijo «aquí estan tus indias» y no lo dejó irse a México.
Por su labor lo llamaron «el apóstol de Andalucía», pero algunos envidiosos lo acosaron falsamente frente a la inquisición y lo detuvieron lo encarcelaron y lo procesaron por aquel tribnal inquisitorio entre 1531 y 1533. Alguien le dijo durante el proceso, que se encontraba solamente en manos de Dios, a lo que Juan de Ávila le respondió «!Entonces no puedo estar en mejores manos!».
Ese tiempo de cárcel le resultó muy provechoso, pues allí fue donde tuvo tiempo para escribir su obra principal «Audi Filia». Al final fue absuelto, pero la inquisición limitaba su predicación solamente a ciertas ciudades. Al poco tiempo fue invitado por su obispo a ir a la ciudad de Córdova, donde organizó predicaciones por pueblos y ciudades, consideraba de suma importancia la formación del Clero y por eso fundó dos colegios para sacerdotes, uno llamado San Pelagio y otro De la Asunción.
En sus viajes predicando por Andalucía, iba acompañado de un grupo de discipulos, a los cuales los fue convirtiendo en misioneros populares. En esos recorridos abrió tres seminarios mayores y tres seminarios menores. En sus viajes en granada conoció a un hombre que llamaban Juan Ciudad y a este lo convirtió y terminó siendo el gran San Juan de Dios.
Uno de los grandes amigos de Juan de Ávila fue el hoy San Francisco de Borja. Juan de Ávila además de predicar, se interesaba por los problemas concretos de la gente, así por ejemplo, frente al problema del agua en ciertos pueblos, inventó unos métodos para su extracción. Él sembraba paz y reconciliación por donde iba pasando.
Fundó el colegio Mayor de Baeza, que luego se convirtió en universidad y donde se formaron muchos sacerdotes a quienes reconocían por su forma de evangelizar y su buen nivel intelectual. Dedicaba muchas horas del día a confesar, convencido de que la confesión acercaba a las personas a Dios.
Visitaba a los enfermos, evangelizaba, se dedicaba a la dirección espiritual y continuaba estudiando. Vivió una vida austera, siempre dedicado a los pobres, a pesar de que, por su gran sabiduría, era invitado por los intelectuales y las personas de palacio.
Enfermo, se tuvo que quedar en la ciudad de Montilla desde 1554 hasta su muerte, el 10 de mayo de 1569, cuando entregó su alma a Dios convencido de que con Dios siempre ganamos.