San José, por María García de Fleury - 800Noticias
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Religión

Por: María García de Fleury

Los primeros capítulos del evangelio de San Mateo y de San Lucas son las únicas fuentes de la revelación sobre quién era San José. De José sabemos muy poco, al momento de desposar a María San José debió haber tenido unos 18 o 20 años de acuerdo a las costumbres de la época.

San José, asistido por la inmensa gracia de Dios enseña que el fundamento de la unión conyugal es la comunión de amor, ejemplo para todo matrimonio. La Unión de cuerpos debe responder a esa comunión de amor, sin embargo, la misión de María y José no estaba en relación a ellos mismos sino al mismo Jesús y a la iglesia universal.

San José enseña que las respuestas apresuradas y las decisiones impulsivas, sobretodo en épocas de crisis no son lo mejor, incluso, en una decisión tan difícil como la de aceptar el embarazo de su prometida, San José decidió repudiarla, pero en secreto, meditando qué era lo que menos iba a perjudicarla, lo que menos escandalo iba a levantar, no lo hizo apresuradamente, lo meditó, lo soñó y en ese soñar escuchó la voz de Dios a través de un ángel que salió al encuentro y lo aconsejó.

El valor de un buen discernimiento tiene que ver con la prudencia, el silencio y la escucha a Dios, este escuchar a Dios que se va afinando a medida que estrechamos nuestra relación con él.

La familia es la iglesia doméstica, escuela de humanidad, imagen del amor de Dios y es allí donde San José enseña que la familia es un ámbito para crecer en santidad. La santidad de José sucedió dentro de la familia y así está llamada a ser en tu familia y en la mía, los esposos son guardianes mutuos de la santidad de la familia, es ahí donde el amor crece en entrega, donde podemos olvidarnos de nosotros mismos y entregarnos por completo.

Que privilegio tan grande tuvo José de ser el padre en la tierra de Dios, pues en su familia, él como carpintero, era quien le enseñaba a rezar a Dios, con sus manos tocaba a Dios y llevaba a Dios de la manito, y Dios se dormía en sus brazos, y Dios despertaba con su beso, y hablaba con Dios cara a cara, y miraba con sus ojos los ojos de Dios y con Dios se reía, y Dios comía de su mano. Oraba a Dios y le cantaba teniéndolo en sus rodillas, San José jugaba con Dios y Dios era feliz con él.

¡Qué Gran gloria había en la casa de José!, sin duda María y José se encuentran real y verdaderamente en un lugar privilegiado en el centro de la historia de la salvación, porque están inseparablemente unidos a la venida de Dios entre nosotros.

De San José no se sabe ni la fecha de su nacimiento, no dejó nada escrito, ninguna obra de arte, ninguna palabra suya, ni un mueble, ni un objeto, nada, no ha quedado absolutamente nada de él, todo lo que se sabe está contenido en algunos versículos de los evangelios, sin embargo, San José está en el centro de nuestra historia humana, ocupando un papel de primera importancia, en apariencia lo que hizo es bien poca cosa en comparación con los grandes conductores de pueblos y conductores de imperios, pero lo que sí dejó San José fue algo mucho mejor, porque del taller de este artesano, salió quien construye el universo, quien día a día, modela un mundo nuevo, Cristo Jesús, Dios en la tierra, y con Dios ¡siempre ganamos!.