San Ireneo de Lyon, teólogo y Doctor de la Iglesia, por María García de Fleury
María García de Fleury
San Guirineo nació en Asia Menor, hoy Turquía, alrededor del año 125. Recibió una sólida formación en Biblia, filosofía, literatura, citaba a menudo a Homero. Fue discípulo de San Policarpo, quien a su vez era discípulo de San Juan el Evangelista. Trabajó como sacerdote en lo que es hoy Lyon, en Francia, y allí llegó a ser obispo entre los años 189 y 202, fecha aproximada de su fallecimiento.
San Guirineo se destacó por su capacidad de diálogo, de tender puentes entre cristianos orientales y occidentales, pues él era de Oriente y ejerció su ministerio episcopal en Occidente. Fue proclamado doctor de la unidad. Un hecho de su vida lo demuestra. Había, por ejemplo, un grupo al que llamaban los Cuartodecimanos, que se negaban a celebrar la Pascua de acuerdo con la costumbre occidental. El Papa Víctor III los había excomulgado. Existía el peligro de un sisma. Guirineo intervino en su favor escribiéndole una carta al Papa, suplicándole que levantara el castigo, y señalaba que sus defendidos no eran realmente culpables, sino que se aferraban a una costumbre tradicional, y que una diferencia de opinión sobre el mismo punto no había impedido que el Papa Niceto y San Policarpo permaneciesen en amable comunión. El resultado de su intervención fue el restablecimiento de las buenas relaciones entre las dos partes y de una paz que se mantuvo.
Después del Concilio de Nicea, en el año 325, ese grupo de los Cuartodecimanos acataron voluntariamente el uso romano sin ninguna presión por parte de la Santa Sede.
Guirineo escribió muchas obras en griego y ocupa un lugar excepcional en la literatura cristiana, testimoniando en asuntos religiosos controvertidos de importancia vital lo que había aprendido de San Policarpo, y recordemos de nuevo que él era discípulo de San Juan Evangelista.
Al día de hoy se conserva por completo su tratado contra los herejes, donde arremetía con contundencia contra las sectas gnósticas, esos grupos dedicados a los conocimientos supuestamente ocultos y profundos, que hablaban con desprecio de Cristo y todo en ellos era misterio, hermetismo y conocimiento secreto, solamente el conocimiento era para los elegidos. Guirineo denunciaba tanto sus doctrinas falsas como sus prácticas sectarias y abusivas.
San Guirineo hizo una defensa de la fe transmitida por los apóstoles, del símbolo de la fe y de lo que era la tradición. Señalaba que la tradición ininterrumpida no es tradicionalismo, porque la tradición siempre está internamente vivificada por el Espíritu Santo, el cual hace que viva de nuevo, hace que pueda ser interpretada y comprendida en la vitalidad de la Iglesia. Según su enseñanza, la fe de la Iglesia debe ser transmitida de manera que se presente como pública, única, neumática, espiritual.
A partir de cada una de estas características se puede llegar a un fecundo discernimiento sobre la auténtica transmisión de la fe en el hoy de la Iglesia.
Lo consideraban el primer gran teólogo de la Iglesia, el que creó la teología sistemática. Él mismo habla del sistema de la teología, es decir, de la coherencia interna de toda la fe. Para San Guirineo, la regla de la fe coincide en la práctica con el creador de los apóstoles y da la clave para interpretar el Evangelio, para interpretar el credo a la luz del Evangelio, porque San Guirineo estaba consciente de que con Dios ¡siempre ganamos!
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