San Ireneo de Lyon, por María García de Fleury
Por: María García de Fleury
Hoy es el día de las Irene, porque es la fiesta de San Ireneo de Lyon, un escritor del siglo II, padre de la iglesia, el teólogo más profundo e importante de su siglo. Nació cerca del año 140, se cree que en Asia probablemente en Esmirna, San Gerónimo lo llamó “hombre de los tiempos apostólicos”, en su adolescencia Ireneo fue alumno de San Policarpo y de San Juan evangelista.
San Ireneo se encontraba en Roma a la muerte de San Policarpo en el año 155 y en tiempos de Antonino Pío ya era presbítero de la Iglesia de Lyon. Una vez sacerdote, fue enviado por los confesores de aquella diócesis al papa Eleuterio para que hiciera de mediador en una cuestión referente a un hombre llamado Montano, quién se llamaba a sí mismo profeta, le negaba el reingreso a la iglesia a los que pecaban mortalmente, enseñaba un ascetismo intenso, exageraba en los ayunos, la pureza personal y predicaba en deseo ardiente de sufrir el martirio. Montano consideraba que ese estilo de vida era esencial, pues decía que era inminente el regreso de Cristo.
Ireneo escribió una obra llamada “contra las herejías”, es decir, contra los errores que se producen cuando se niegan las verdades fundamentales de la fe en los dogmas, sin respetar la tradición, el magisterio y la sagrada escritura. En esos escritos contra las herejías San Ireneo refutó una serie de argumentos del gnosticismo, es decir, de ese movimiento espiritual que existía antes del cristianismo y que era producto de un sincretismo de elementos iraníes con ideas mesopotámicas, con filosofía griega y con la tradición apocalíptica judía.
Esos argumentos del gnosticismo los rebatió haciendo uso tanto de la filosofía como de las sagradas escrituras. Ireneo decía que la predicación de la iglesia presenta por todas partes una solidez inconmovible, manteniéndose idéntica a sí mismo y beneficiándose del testimonio de los profetas de los apóstoles y de todos sus discípulos y agregaba: “No debe buscarse en otros la verdad que puede encontrarse fácilmente en la iglesia, pues en la iglesia como un rico tesoro depositaron los apóstoles todo lo relativo a la verdad para que todos pudieran beber de ese brebaje de vida, la iglesia es la puerta a la vida”.
El aprecio hacía Ireneo y su rectitud doctrinal explican el que a la muerte del Obispo de Lyon lo nombraran su sucesor, ya como obispo se le conoció por ser un gran pacificador en distintas controversias, estaba claro que el error no se manifiesta tal cual es por temor de que sea reconocido, sino que, se adorna artificialmente de la verdad y actúa de modo que aparece a los ojos de los ignorantes como más verdadero que la verdad misma.
Por su estrecho vínculo con los apóstoles, los católicos romanos, los cristianos ortodoxos, los anglicanos e incluso algunos luteranos veneran a San Ireneo reconociendo que lo único que deseaba era hacer brillar la verdad de Dios porque con Dios ¡siempre ganamos!