San Gregorio Nacianceno, por María García de Fleury
Por: María García de Fleury
San Gregorio Nacianceno nació en Nacianzo, Capadocia, hoy en Turquía hacia el año 33o; es uno de los cuatro grandes doctores de la iglesia griega, estudió en Cesarea, Palestina, donde conoció a San Basilio, luego estudió leyes en Atenas, lo llamaban «El demosteris cristiano», por su elocuencia y en la iglesia oriental le dicen «El teólogo», por la profundidad de su doctrina.
Aunque prefería la vida solitaria, ayudó a su padre anciano en la administración de la diócesis, fue ordenado sacerdote en el año 362 y se fue a vivir la vida monacal; diez semanas después regresó a sus responsabilidades como sacerdote y escribió una apología sobre las responsabilidades del sacerdote.
Junto con San Basilio y San Gregorio de Nicea, los llamados padres Capadocios, cooperó7 para derrotar la herejía arriana. San Gregorio decía: «No se es solo rico de bienes, sino de piedad, no se es solo rico de oro, sino de virtudes, o mejor, sólo en ésta. Supera la fama de tu prójimo siendo más bueno que todos; conviértete en Dios para el desventurado, imitando la misericordia de Dios».
Reflexionando sobre la misión que Dios le había confiado, San Gregorio Nacianceno concluía: «He sido creado para ascender hasta Dios con mis acciones», de hecho, puso al servicio de Dios y de la iglesia su talento de escritor y orador, escribió muchos discursos y homilías, muchas cartas y obras poéticas, casi 18 mil versos, una actividad verdaderamente prodigiosa.
Decía: «Soy siervo de la palabra, me adhiero al ministerio de la palabra quién que nunca me permita descuidar esté bien yo aprecio y gozo con esta vocación, me da más alegría que todo lo demás». El Nacianceno era un hombre tranquilo y en su vida siempre trato de promover la paz en la Iglesia de su tiempo, que estaba muy pegada con la discordia y las herejía, con audacia evangélica se esforzó por superar su propia timidez para proclamar la verdad de la fe, sentía profundamente el anhelo de acercarse a Dios, de unirse a él.
San Gregorio hizo resplandecer la luz de la trinidad defendiendo la fe proclamada en el Concilio de Nicea, un solo Dios en tres personas iguales y distintas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, triple luz que se une en un único esplendor. San Gregorio puso muy de relieve la plena humanidad de Cristo para redimir al hombre en su totalidad de cuerpo, alma y espíritu. Cristo asumió todos los componentes de la naturaleza humana y de lo contrario el hombre no hubiera sido salvado.
La Virgen María, que dio la naturaleza humana a Cristo, es verdaderamente la Madre de Dios y de cara a su elevadísima misión fue prefigurada, la propuso como modelo de los cristianos y como auxilio que hay que invocar en las necesidades. Gregorio murió en Nacianzo el 25 del año 389 recordándonos que como persona humanas, tenemos que ser solidarios los unos con los otros, cumpliendo con el mandamiento del amor de Jesús de amarnos los unos a los otros, porque eso es lo que quiere Dios y con Dios ¡siempre ganamos!.
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