San Genaro y sus milagros, por María García de Fleury
800 Noticias | Maholy Meneses
Cada 19 de septiembre y en otras dos ocasiones del año, el sábado anterior al primer domingo de mayo y el 16 de diciembre, sucede el milagro de la liquefacción de la sangre de San Genaro, que el resto del año se conserva sólida en un relicario. Es un suceso extraordinario, un prodigio que viene ocurriendo desde el año 1389.
Genaro nació en Nápoles en el siglo III después de Cristo, fue obispo de Benevento y se ganó el amor de los cristianos y el respeto de los paganos, ¿por qué?, por su dedicación al prójimo manifestado en obras de caridad dirigidas a todos indistintamente.
Era una persona muy cercana a la gente, todos veían en él un punto de referencia y una especie de guardián y protector, vivió en tiempos del emperador dioclesiano y su gran persecución contra los cristianos. El juez Dragonio, procónsul de campaña, mandó a encarcelar al obispo Genaro y a cinco de sus amigos y colaboradores. Genaro fue condenado a ser despedazado por los leones en el anfiteatro de Pozzuoli.
Cuentan que las bestias se arrodillaron ante Genaro, negándose a hacerle daño. El procónsul Dragonio le cambió la pena por la decapitación y al darse cuenta del apoyo y la simpatía que Genaro y sus amigos gozaban entre la población y lo hizo en secreto.
El 19 de septiembre del año 305, San Genaro y sus amigos fueron decapitados; Justo después de la ejecución, una mujer llamada Eusebia recogió en dos pequeños frascos un poco de la sangre del obispo y la escondió. Esta sangre es la que ha convertido en la protagonista del más famoso milagro de San Genaro.
Todos los cuerpos fueron sepultados y 100 años después, en el año 431, las reliquias de San Genaro fueron trasladadas de Pozzuoli a las catacumbas de Capodimonte en Nápoles, que desde entonces reciben el nombre de catacumbas de San Genaro.
Desde el siglo V comenzaron las peregrinaciones a estas catacumbas, la gente de Nápoles recurría a Genaro especialmente con motivo de los terremotos y las erupciones del volcán Vesubio. Era tal el número de visitas que tuvieron que ampliar las catacumbas. La catedral de Nápoles se construyó sobre los restos de una iglesia construida por el obispo Esteban a raíz de una erupción muy violenta del volcán Vesubio en el año 512.
En ese momento el obispo Esteban le pidió a Genaro que intercediera desde el cielo ante Dios para proteger a los ciudadanos. El obispo Esteban colocó la calavera y las dos ampollas de sangre de San Genaro en el altar mayor, esto contribuyó a que se salvaran del saqueo que realizaron los lombardos en el año 831, llevándose los huesos del santo.
Los huesos se encontraron más tarde en 1491 y se unieron al cráneo. Aún hoy en la catedral de San Genaro tiene lugar el milagro mundialmente conocido tres veces al año, durante una solemne ceremonia a la que asisten miles de fieles, la sangre de San Genaro vuelve a licuarse.
La primera liquefacción de la sangre de San Genaro se produjo durante el traslado de sus reliquias a Nápoles. El obispo Severo se encontró en el camino con Eusebia y allí la sangre de santo contenida en las dos pequeñas ampollas se disolvió.
La disolución de la sangre de San Genaro ha sido objeto de estudios científicos y refutaciones destinadas a demostrar cómo es posible reproducir químicamente el fenómeno con métodos ya conocidos en la antigüedad. San Genaro murió mártir por Cristo porque él sabía que con Dios siempre ganamos.
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