San Francisco de Borja de aristócrata a sacerdote jesuita, por María García de Fleury - 800Noticias
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Religión

María García de Fleury

San Francisco de Borja, cuya fiesta se celebra el 3 de octubre, era hijo del conde de Gandía en España. Como hombre noble, fue militar, escritor y poeta.

A los 19 años se casó con Leonor de Castro. A los 20 años fue nombrado por el emperador Carlos V como marqués de Lombay y lo pusieron al frente de la casa imperial.

Era un gran bienhechor del colegio romano y muy consciente de la importancia de los laicos, fundó la Universidad de Gandía, la primera en recibir alumnos seglares. Construyó un convento de dominicos en Lombay y reparó un hospital.

En 10 años de matrimonio, Francisco y Leonor tuvieron ocho hijos y vivieron una gran cercanía con el emperador Carlos V y su esposa Isabel, hasta que la emperatriz falleció inesperadamente en mayo de 1539.

Su muerte fue decisiva para la conversión de Borja, porque cuando acompañó al cortejo fúnebre, hasta el lugar de su entierro en la capilla real de Granada, cuando abrieron el ataúd, ese rostro bellísimo de la joven reina de apenas 36 años estaba descompuesta, su cara era irreconocible.

Allí, Francisco tomó la decisión de no servir a ningún señor que se pudiera morir y comenzó a dedicarse a la oración y a la penitencia. Siete años después, falleció su esposa Leonor en marzo de 1546, cuando se convirtió en la reina de Granada.

La reina de Granada, Francisco decidió que quería entrar en la compañía de Jesús. Para eso, habló con el padre Pedro Fabro y le pidió que le informara que él quería ingresar a Ignacio de Loyola, el fundador. Les recomendaron, los dos, que continuara con su vida de aristócrata, que terminara de educar a sus hijos, estudiara teología y arreglara todos los asuntos familiares y económicos.

Francisco de Borja hizo todo esto y terminó renunciando a su inmensa riqueza, a su poder y a los privilegios de noble español, y en mayo de 1551 se ordenó como sacerdote jesuita. En 1566 se convirtió en el tercer superior general de la joven Compañía de Jesús, y durante los siete años que desempeñó ese oficio, le dio tal ímpetu a su orden en todo el mundo que puede llamársele como el segundo fundador.

Revisó las reglas de la Compañía, ayudó a extender las misiones de la India y de las dos Américas, fue muy dedicado en el cuido del crecimiento de la joven orden religiosa, y como general de la Compañía se ocupó personalmente de dirigir el colegio romano que había fundado y de precisar el programa de estudios. Años después, el Papa Gregorio XIII restableció el colegio romano y le puso el nombre de Universidad Gregoriana.

San Francisco construyó la iglesia de San Andrés del Quirinal y al mismo tiempo fundó al lado de ella el noviciado jesuita. Empezó a construir la iglesia del Yesu, amplió el colegio germánico en el que se preparaban los misioneros destinados a predicar en el norte de Europa, en las que el protestantismo había hecho estragos.

Para Francisco de Borja, cuidar su vida interior era básico, esencial. Su devoción mariana y su devoción a la Eucaristía eran primordiales en su vida, por eso le dedicaba tiempo a pesar de la cantidad de trabajo que tenía a diario.

Se destacó por su humildad, penitencia, así como por la prudencia, la alegría, la generosidad y la disponibilidad total para servir a su patria y a la iglesia. Francisco no se dejó engañar por el mundo. Sabiéndose nada, confió todo en Jesucristo y así logró la santidad.

Enfermo y días antes de morir, visitó el Santuario Mariano de Nuestra Señora de Loreto, convencido que, como la Virgen, se llega más rápidamente a Dios y que con Dios siempre ganamos.

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