San Francisco de Asís, patrono de la Ecología y los animales
Por María García de Fleury
A San Francisco lo llamaban el poverello, «el pobre de Asís», y a pesar de eso asombró e inspiró a la iglesia al tomar el evangelio literalmente, no en un sentido fundamentalista estrecho, sino a seguir todo lo que Jesús dijo e hizo con alegría, sin limites y sin un sentido de auto importancia.
Fue una gran enfermedad la que llevó al joven francisco a ver el vacío de su vida superficial, juguetona como líder de la juventud de Asís.
En ese tiempo se dedicó a orar y el día que se bajó del caballo y abrazó a un leproso que encontró en el camino cambió para siempre. Francisco dijo que un día oyó la voz de Dios que le dijo: «Francisco, todo lo que has amado y deseado en la carne debes despreciar y rechazar si quieres conocer mi voluntad y cuando hayas comenzado esto, todo lo que ahora te parece dulce y encantador se volverá intolerable y amargo, pero todo lo que querías evitar se convertirá en una gran dulzura y una gran alegría».
Francisco renunció a todas sus posesiones amontonando incluso su ropa ante su padre terrenal que exigía que le restituyera todo lo que me había dado. Para que fue totalmente libre él dijo «Padre nuestro que estás en el cielo» y fue durante un tiempo considerado como un fanático religioso, mendigando de puerta en puerta cuando no conseguía dinero por su trabajo, provocando tristeza y a veces hasta asco en el corazón hasta de sus antiguos amigos y burlas por parte de mucha gente irreflexiva.
Oraba a diario en una capilla abandonada donde había una cruz que conocemos como la Cruz de San Damián, allí escuchó que Cristo le dijo: «Francisco y repara mi iglesia que está a punto de derrumbarse. Al principio creyó que era reparar la estructura de la capilla pero luego entendió que Cristo le pedía que predicara para poder reparar la iglesia que somos todos los creyentes que de una u otra forma nos hemos alejado de Dios.
Francisco no tenía intención de fundar una orden, pero una vez que comenzó la protegió y aceptó con todas las estructuras legales necesarias para apoyarla.
Su devoción y lealtad a la iglesia fueron absolutas y muy ejemplar en un momento en que varios movimientos de reforma tendían a romper la unidad de la Iglesia. Francisco se debatía entre una vida dedicada enteramente a la oración y una vida a la predicación activa de la buena nueva. Se dedicó a predicar, pero siempre volvía la soledad
Quería ser misionero en Siria o en África, pero en una ocasión náufrago y en otra la enfermedad se lo impidió. Intento convertir al Sultán de Egipto durante la quinta cruzada. Dos años después de su muerte, recibió los estigmas, las verdaderas y dolorosas heridas de Cristo en sus manos, pies y costado. El centro de su espiritualidad era vivir la vida evangélica resumida en la caridad de Jesús y perfectamente expresada en la eucaristía.
En su lecho de muerte Francisco repitió una y otra vez la última parte de su cántico del sol, «sea alabado, oh señor, por nuestra hermana muerte», y cantó el salmo 141.
Medio ciego y gravemente enfermo, falleció a los 44 años. El 4 de octubre la iglesia celebra su fiesta, es el santo patrono de la ecología y de los animales porque amaba a todas las criaturas como creación de Dios, porque él sabía que con Dios ¡siempre ganamos!.
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