San Esteban, el protomártir, por María García de Fleury
María García de Fleury
Después de Pentecostés los apóstoles llevaban el mensaje del evangelio de Cristo a los más cercanos. Las autoridades religiosas del judaísmo estaban muy molestos con esto y comenzaron a humillar, a azotar y ponerlos presos, pero los que quedaban libres seguían predicando el evangelio.
La primera comunidad cristiana para vivir integralmente el precepto de la caridad fraterna, pusieron todo en común, de manera que no le faltaba nada a ninguno. Cuando la comunidad creció decidieron confiarle la asistencia diaria de los necesitados, especialmente las viudas, a siete diáconos que eligieron entre sus seguidores. Se los presentaron a los apóstoles y ellos después de orar les impusieron las manos.
Entre los siete diáconos sobresalía el joven Esteban. La única información que tenemos de primera mano sobre la vida y muerte de San Esteban, son los hechos de los apóstoles, desde el capítulo seis hasta el capítulo ocho, donde se dice que además de ejercer funciones administrativas, Esteban predicaba el evangelio con mucho celo y éxito.
Algunos judíos de Cirenia, Alejandría, Cilicia y Asia, debatieron con Esteban y como no podían rebatirle sus argumentos, lo apresaron y lo llevaron hasta el sanedrín para ser juzgado. Sobornaron a unos testigos para que dijeran que Esteban había blasfemado contra Moisés y contra Dios.
Esteban, lleno de gracia y de fortaleza en su autodefensa: primero resumió la historia hebrea desde Abraham hasta Salomón. Narró como José fue a parar a Egipto, de como fue el consejero del faraón, de cómo los siguientes faraones esclavizaron al pueblo judío. De la vida de Moisés, de su conversación con Dios en el Monte Sinaí, de cómo los israelitas le dijeron a su hermano Arón que hiciera un Dios para guiarlos en el desierto, señalandoles la desobediencia del pueblo de Israel hacia Dios. Habló también de la construcción del tabernáculo sagrado que hizo José siguiendo las instrucciones de Dios y del templo que hizo Salomón. Afirmó que él nunca había blasfemado contra Dios ni contra Moisés ni tampoco contra la ley ni el templo. Pero en su discurso también dijo que Dios había indicado que él vivía en el cielo, en la tierra y no solamente en el templo y cuando empezó a exponer la doctrina universal de Jesús como última manifestación de Dios, sus adversarios no pudieron contener su ira. En eso Esteban miró hacia arriba y grito al Sanedrín que veía el cielo abierto y al hijo del hombre, Jesús (recientemente ejecutado) sentado a la derecha de Dios.
Esto lo consideraron una gran blasfemia y la ley permitía la pena de muerte por lapidación a los blasfemos. Por eso llevaron a Esteban a las afueras de la ciudad y se pusieron a apredrearlo.
Un joven llamado Saulo, que luego lo conocimos coño San Pablo de Tarso, era quien sostenía los abrigos a los que apedreaban.
Esteban oró a Dios para que recibiera su espíritu y para que perdonara a sus asesinos, repitiendo las mismas palabras de perdón que Cristo había pronunciado en la Cruz: «Señor, perdónalos porque no saben lo que hacen». Se puso de rodillas y cayó muerto.
A Esteban se le llama el protomártir porque tuvo el honor de ser el primer mártir que derramó su sangre por proclamar su fe en Jesucristo, porque él sabía que Cristo es Dios y con Dios, siempre ganamos.