San Damian de Molokai, por María García de Fleury
Por: María García de Fleury
Jozef de Veuster, nació el 3 de enero de 1840 en Trémelo, Bélgica, todos lo conocemos como el padre Damián de Molokai, el leproso voluntario.
A los 19 años ingresó en el convento de los sagrados corazones de Lovaina y pidió ser enviado a las misiones de Hawái. Dos meses después de haber llegado Jozef Damian fue ordenado sacerdote y cantaba su primera misa en la capital de Honolulu.
Fue enviado a una pequeña isla de Hawái, allí las primeras noches las pasó debajo de una palmera, porque no tenía casa, también allí casi todos eran protestantes. Construyó una capilla con techo de paja, empezó a celebrar misas y a catequizar, se dedicaba con tanto cariño a todos que cantidad de protestantes se pasaron al catolicismo, acabó con muchas creencias supersticiosas y las reemplazó por las creencias en Cristo.
Cuando descubrió que había unos enfermos incurables que nadie quería atender, el padre Damián pidió ser enviado a las Isla de Molokai, donde vivían más de 600 leprosos. Tenía 33 años, era consciente del riesgo que entrañaba su decisión. Esa noche cuando llegó se arrodilló, rezó el rosario y se acomodó bajo las ramas de un gran árbol, comenzó por construir una iglesia y una parroquia, los ayudaba a construir sus casas y hasta les instalaba agua corriente.
5 años estudio acerca del tratamiento contra la lepra con notables resultados, les distribuía medicinas que él mismo preparaba, limpiaba los miembros carcomidos, los vendaba y amputaba si era necesario. Su sonrisa franca disfrazaba el horror que vivía, a veces se sentaba en el suelo y comía con ellos.
A los moribundos los acompañaba hasta el último momento, él mismo fabricaba ataúdes, cavaba fosas y enterraba a los difuntos. Fueron muchas las noches donde se paseaba entre las tumbas rezando el rosario y meditando en la eterna felicidad que muchos de ellos ya estaban disfrutando.
El Padre Damián les organizaba diversiones, organizó un orfeón que cantaba en la iglesia, una banda de música y todos los leprosos disfrutaban en grande. Las misas eran muy solemnes, con flores, luces, ornamentos, emocionaba ver a los leprosos desplazarse lentamente a recibir la sagrada comunión y ver a los niños vestidos de monaguillos con sus caritas deformes y risueñas.
Instituyó la adoración perpetua reparadora, lo que no podían ir a la capilla, hacían la adoración en el lecho del dolor, catequizaba sin perder tiempo, para el padre Damián no es posible lograr conversiones si no es haciendo penitencia por ellos.
Se contagió de Lepra y falleció el 15 de abril de 1889, tenía 49 años y 16 los había pasado entre los leprosos de la Isla de Molokai. Dios quiso que reconocieran su santidad con un milagro inmediato, a punto de morir desaparecieron las señales de la lepra y se secaron las llagas de sus manos.
El padre Damián, patrón espiritual de los leprosos, de los enfermos de sida, de los marginados y del estado de Hawái, ha sido nombrado el belga más grande de la historia, fue médico, constructor, carpintero, herrero, agricultor, jardinero, músico, pero siempre y sobretodo fue sacerdote de Cristo, porque el padre Damián sabía que ¡con Dios siempre ganamos!