San Cirilo de Jerusalén, gran defensor de la verdad de Cristo, por María García de Fleury - 800Noticias
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Religión

María García de Fleury

San Cirilo fue un obispo de origen griego que vivió en el siglo IV, considerado uno de los exponentes más importantes de la patrística, el periodo de los padres de la iglesia, gracias a su contribución al desarrollo y el esclarecimiento de la doctrina cristiana. Nació en Jerusalén hacia el año 315 y hacia los 30 años, cuando San Máximo de Jerusalén, lo ordena sacerdote, le encomienda instruir a los catecúmenos. Esta tarea la realizó por muchos años, algo que lo obligó a estudiar y profundizar en los contenidos de la fe.

Escribió y realizó aportes que resultaron cruciales para la teología de los sacramentos, sobre todo el bautismo, la confirmación y la eucaristía. Fue obispo de Jerusalén, siendo en todo momento un fiel expositor y defensor de la recta doctrina, porque el siglo IV fue un tiempo de grandes luchas teológicas. Los doctores escribían, argumentaban, se atacaban. Cirilo sufrió al ver las luchas fratricidas de los obispos. Buscaba la moderación y el compromiso, pero reprobaba los errores claros contra el arrianismo que negaba la divinidad de Jesucristo y el sabelianismo que negaba la distinción de personas en la Santísima Trinidad.

En medio de las discusiones y los libros polémicos, Cirilo, como hombre conciliador, escribió un libro sereno y reposado llamado Catequesis. Sus catequesis son un modelo de sencillez y profundidad. Elaboró la síntesis de la doctrina y la moral, orientándolas a la celebración sacramental en la que se realiza la salvación de todo hombre.

Uno de los misterios que trató con mayor precisión fue el de la presencia real. Decía, bajo las figuras del pan se recibe el cuerpo de Cristo, bajo la figura del vino se recibe su sangre y esa recepción hace de ustedes un solo cuerpo y una sola sangre con Cristo.

Luego explicó cómo deben acercarse los fieles a comulgar y decía, hagan de su mano izquierda como un trono en el que se apoya la mano derecha que va a recibir al rey. Santifiquen sus ojos con el contacto del cuerpo divino y comulguen, no pierdan la menor partícula. Díganme, si les entregaran una barra de oro, no la guardarían con el mayor cuidado, pues más precioso que el oro y la pedrería son las especies sacramentales.

Cirilo fue un hombre prudente y moderado, no quería entrar en controversia ni usar términos discutibles, más que teólogo fue catequista, que instruía piadosamente a sus fieles, la iglesia lo honrado siempre como el príncipe de los catequistas. San Cirilo tuvo una importante participación en el concilio de Constantinopla, que fue el segundo concilio ecuménico de la historia, celebrado entre mayo y junio del año 381 y allí con una muy clara argumentación en contra del arrianismo que negaba la divinidad de Jesucristo y contra los paganos en el terreno político y eclesial.

Los padres conciliares dijeron de él, Cirilo es un valiente luchador para defender a la iglesia de los herejes que niegan las verdades de nuestra religión, términos en los que se subrayan dos características importantes de San Cirilo, que son necesarias en todo catequista, valor y capacidad de lucha espiritual. Ambos rasgos deben ir además unidos al estudio y a la oración para vivir siempre en presencia de Dios, porque con ¡Dios siempre ganamos!

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