San Carlos Borromeo, por María García de Fleury - 800Noticias
800Noticias
Religión

Por: María García de Fleury

San Carlos Borromeo nació en el Castillo de Arona, junto al lago Maggiore en Italia, el 2 de octubre de 1538, estudió latín en Milán, fue a la Universidad de Pavía, pero tenía ciertas dificultades de palabra, su inteligencia no era deslumbrante, y sus maestros lo consideraban un poco lento, pero su esfuerzo y su perseverancia hicieron que lograra grandes progresos en los estudios.

A los 22 años cuando sus padres ya habían muerto, obtuvo el grado de doctor, regresó a Milán y ahí recibió la noticia de que su tío había sido elegido Papa en el conclave de 1559 y había tomado el nombre de Pío IV.

A Carlos le dieron una serie de nombramientos y responsabilidades que eran inmensas para un muchacho que no había cumplido todavía los 23 años. Carlos podía despachar gran cantidad de trabajo sin apurarse nunca a base de un actividad regular y metódica.

Era muy amante del saber y por eso lo promovió entre el clero, fundó en el Vaticano una academia Literaria compuesta de clérigos y laicos, tuvo el mérito de saber vivir en la abundancia y no despegar su corazón de las cosas terrenas.

En enero de 1562 Pio IV volvió a reunir el concilio de Trento que había sido suspendido 10 años antes, y durante los dos años que duró la sesión Carlos Borromeo tuvo que trabajar con mucho, fue director intelectual y el espíritu rector de la tercera y última sesión del concilio de Trento.

Se ordenó sacerdote en 1563 y dos meses después recibió la consagración episcopal, se le confió la supervisión de la publicación del catecismo del Concilio de Trento, la reforma de los libros litúrgicos y de la música sagrada.

San Carlos llegó a Milán como obispo en abril de 1556 y enseguida comenzó a trabajar enérgicamente para reformar su diócesis, se mostró muy severo consigo mismo, las pocas ventas las dedicaba mayormente a las obras de caridad y se oponía decididamente a la ostentación y al lujo, vendió la vajilla de plata y otros objetos preciosos para socorrer a las familias necesitadas.

La generosidad de Carlos Borromeo era algo que dejó un recuerdo imperecedero, tenía el mayor respeto por la liturgia; jamás decía una oración ni administraba ningún sacramento de una manera rápida, por grande que fuera su prisa o por larga que resultara la función.

San Carlos reformó el clero, remedió los desórdenes producidos por la decadencia espiritual de la edad media y por los excesos de los reformadores protestantes. Fundó las primeras escuelas dominicales, ordenó que se atendiera especialmente la instrucción cristiana de los niños, a los sacerdotes les impuso la obligación de enseñar públicamente el catecismo todos los domingos y días de fiesta, estableció la cofradía de la doctrina cristiana y estuvo a punto de ser asesinado por sus enemigos.

Formó un clero virtuoso y bien preparado, era infatigable en la visita a las parroquias, fundo además de todo tres seminarios en la arquidiócesis de Milán.

En el año 1584 decayó mucho su salud, al principio de la noche del 3 al 4 de noviembre ya estaba que no podía más, murió apaciblemente mientras oraba a Dios pues toda su vida estuvo consciente de que con Dios ¡siempre ganamos!