San Bernardo de Claraval, por María García de Fleury - 800Noticias
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Bernardo nació en Borgoña (Francia), en el año 1090 en el castillo de Fontaine-lès-Dijon, fue educado junto a sus siete hermanos como correspondía a la nobleza con un excelente formación. Cronológicamente Bernardo es el último padre de la iglesia pero es uno de los que más impacto ha tenido.

Amable, simpático, inteligente, bondadoso, alegre, empezó a inclinarse hacia lo mundano pero por más atractivas y brillantes que fueran, todo lo dejaba vacío después de cada fiesta se sentía se sentía desilusionado del mundo y de sus placeres.

Hubo un día que mientras celebraban la ceremonia religiosa en la iglesia se quedó dormido y le pareció ver al niño Jesús en brazos de la Virgen María, y que ella le ofrecía a su hijo para que lo amara y lo hiciera amar mucho a los demás. Desde ese día pensó en consagrarse a Dios y al apostolado y pidió ser admitido en el convento de los benedictinos,  cuando se lo dijo a su familia todos se opusieron pero Bernardo les habló tan maravillosamente de la ventaja y cualidades que tenía la vida religiosa que logró llevarse al convento a sus cuatro hermanos mayores, a su tío, y a 30 amigos de la nobleza que dejaron todo para unirse a Cristo. Cuando falleció su madre su padre también entró al monasterio.

En la historia de la iglesia es difícil encontrar otro hombre que haya sido dotado por Dios de un poder de atracción tan grande para llevar gente a la vida religiosa, lo llamaban el cazador de almas y vocaciones. Con su apostolado consiguió que 900 monjes hicieran profesión religiosa lo llamaban también el doctor boca de miel, su inmenso amor a Dios y a la virgen santísima y su deseo de salvar almas lo llevaban a estudiar por horas y horas cada sermón que iba a pronunciar y luego como sus palabras iban precedidas de mucha oración y de grandes penitencias el efecto era fulminante en los oyentes.

Escuchar a San Bernardo era sentir un impulso fortísimo para volverse mejor. además fue un gran enamorado de la Virgen Santísima, se adelantó en sus tiempos para considerarla medianera de todas las gracias y poderosa intercesora nuestra ante su hijo nuestro señor.

A San Bernardo se le deben las últimas palabras de la salve «oh clementísima, oh piadosa dulce Virgen María» así como la bellísima oración del «Acordaos».

En una ocasión cabalgando hacia casa con unos amigos lo sorprendió la noche por lo que tuvieron que buscar hospitalidad en una casa, la dueña lo recibió bien e insistió que Bernardo como jefe del grupo ocupara una habitación separada. Durante la madrugada la mujer se presentó en la habitación con intenciones poco honestas, Bernardo en cuanto se dio cuenta fingió creer que se trataba de un intento de robo y empezó a gritar ¡ladrón, ladrón! y la mujer se alejó rápidamente, al día siguiente cuando el grupo se marchaba sus amigos empezaron a echarle broma acerca del imaginario ladrón, pero Bernardo les dijo «no fue ningún sueño el ladrón entró indudablemente en la habitación pero no para robarme oro ni plata, sino para robarme algo de mucho más valor».

Bernardo le decía lo que estaban impuestos altos de la sociedad no vayan a cometer el gravísimo error de dedicarse solamente actividades exteriores descuidando la oración y meditación porque es en ella donde encontramos a Dios.

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