San Bernardino de Siena, por María García de Fleury - 800Noticias
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Religión

por: María García de Fleury

San Bernardino nació en  Massa Marittima, un pueblo de Siena, Italia en 1380, desde pequeño le gustaba jugar a armar altares e imitar a los sacerdotes cuando predicaban en torno a la palabra de Dios, la oración y la frecuencia de los sacramentos lo fortalecieron en la virtud de la pureza, que entendía que el cuidado de quien ama las cosas espirituales, quien ama a Dios y a uno mismo.

A los 20 años hubo una gran peste en la Toscana y él y sus amigos fueron ayudantes voluntarios del hospital de la ciudad para atender a los enfermos hasta que finalizó la peste, luego entró en la orden de los frailes menores de San Francisco de Asís y fue ordenado sacerdote. Se abocó a la predica siendo muy cuidadoso en la elaboración de sus sermones.

Como propagador de la devoción al santísimo nombre de Jesús y a la eucaristía, cargaba una tablita, a veces sostenida en el pecho, en la que mostraba una ostia consagrada de la que se desprendían rayos de luz alrededor y en cuyo centro podía verse el monograma IHS que el santo ayudó a popularizar como símbolo de la eucaristía.

Escribió una obra muy importante desde el punto de vista económico llamado «sobre los contratos y la usura», esto fue en 1433 y ahí demostró que entendía muy bien la dinámica de la actividad comercial que lo rodeaba y afirmó que el comercio sí es lícito y es honesto porque es muy útil para toda la comunidad en general, para quien compra los bienes y para el comerciante, por su creatividad y oficio obtiene un beneficio justo gracias a su industria, su diligencia y su ingenio.

San Bernardino no consideraba el comercio como algo intrínsecamente pecaminoso sino que admitía que en todas las profesiones la actividad honesta del comerciante es muy valiosa y útil, esto de transportar bienes de un sitio donde son abundantes a sitios donde hay escasez o conservarlos y guardarlos para momentos futuros en los que los consumidores los demandarán es buen trabajo.

Decía que el precio justo es el precio conforme a la estimación de la plaza, es decir, el valor de las cosas que se quieren vender que comúnmente se estima en un determinado tiempo y lugar y cuando un individuo trasfiere mercancías de un sitio a otro, puede venderlas al precio de ese lugar, agregaba que las cosas que requieren más esfuerzo o destreza para ser producidas, tenderían a ser más costosas.

En cuanto a la usura, San Bernardino destacó que eran tres los pecados más peligrosos en las ciudades de la época; la soberbia, la lujuria y la avaricia. La avaricia es el más peligroso de los tres por ser la causa de los mayores problemas sociales. San Bernardino fue uno de los primeros en la historia en intuir el concepto de preferencia temporal, es decir, que la gente prefiere bienes presentes a bienes futuros.

San Bernardino de Siena fue también un gran reformador de la orden franciscana y un destacado organizador, con ingenio y confianza en la providencia divina llegó a fundar más de 200 monasterios.  En la madurez le pidieron que fuera obispo y el papa lo dispensó de ese encargo hasta tres oportunidades distintas porque Bernardino le rogaba que lo dejaran en su humilde servicio.

Falleció el 20 de mayo de 1444 y su fama de hombre de Dios permitió que fuera canonizado 6 años mas tarde, porque todos sabían que San Bernardino de Siena vivía de acuerdo a Dios y que con Dios !siempre ganamos!