San Benito y su espiritualidad, por María García de Fleury - 800Noticias
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Religión

María García de Fleury

San Benito de Nurcia nació en Umbría, Italia, hacia el año 480, en medio de una familia ilustre de la época. Comenzó sus estudios en Roma, pero los abandonó para comenzar una vida solitaria dedicada a Dios.

Su fama fue creciendo y muchos jóvenes quisieron imitarlo, por eso fundó una comunidad estable y así nació el primer monasterio benedictino, que fue el de Subiaco, al que le siguió el de Monte Cassino. El papa san Gregorio Magno escribió una biografía de San Benito, resaltando su discreción y moderación en todas las cosas, así como la claridad del mensaje que se encuentra en su libro llamado la Regla, la cual sirve como orientación de vida y de espiritualidad para sus monjes.

En este libro de la Regla se destaca el orden y el carácter realista de San Benito, así como su humanidad y la importancia que da a cada persona a la Sagrada Escritura como fuente constante de inspiración y el puesto central que en ella ocupa Cristo.

Es una regla monástica profundamente humana y cristiana, que ha creado una tradición de sabiduría benedictina que tiene 1500 años de antigüedad y que le ha dado forma a la vida cristiana de muchas personas, tanto dentro como fuera de los muros de los monasterios.

Por cierto, a los monasterios los llamaba una escuela de Servicio del Señor.

En un mundo donde se ha olvidado lo trascendente, un mundo de ruidos, donde predomina lo visual, donde tiene más importancia lo individual que lo colectivo, donde no hay certeza sino confusión y desconfianza hacia los extraños, la espiritualidad benedictina ofrece justamente lo contrario, porque ofrece mirar hacia la trascendencia, hacia el más allá, haciendo silencio, viviendo en comunidad, contemplando y destacando la necesidad de hacer espacio para la oración, la comunicación personal con Dios, la espiritualidad benedictina apela a la simplicidad.

En esta época de asombrosa abundancia por un lado, y de trágica escasez por el otro, estamos desgarrados por conflictos llenos de codicia, sobre todo codicia económica desenfrenada, donde la política está dividida y frente a esto, la espiritualidad benedictina le aporta a la sociedad mundial todo un camino, una fuente de transformación, brindándole significado a quienes cuestionan su propósito e identidad y han perdido su orientación y el sentido de lo que es ser ser humano dentro de nuestra vasta y variada familia global.

La tradición y la espiritualidad benedictina están centradas en el evangelio y mantienen el misterio de Cristo como su enfoque principal para la vida.

Son característicos de San Benito su medalla y su cruz, que fueron instituidos como sacramentales en honor a la vida de San Benito y que usados con fe, protegen contra todo tipo de males, contra Satanás en la hora de la tentación y en la hora de la muerte, ayudan a la persona que lo lleve consigo, siempre y cuando se encomiende al Padre celestial, se confiese y reciba la comunión, o al menos invoca el nombre de Jesús con profundo arrepentimiento.

Se trata de toda una ayuda espiritual a tener en cuenta y a llevar con fe, respeto y mucha devoción, porque es un sacramental poseedor de un gran poder de exorcismo. No porque la medalla tenga poder en sí misma, sino porque el poder le ha sido otorgado por la Iglesia y viene de Cristo, y Cristo es Dios y con Dios siempre ganamos.

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