San Benito de Nursia, por María García de Fleury
Por: María García de Fleury
Benito nació en Nursia, Italia, en el año 480 de padres muy humildes fue enviado a Roma para estudiar filosofía y letras. En Roma vivían muchos tipos de personas; cristianos fervorosos, cristianos relajados, paganos, ateos, bárbaros, personas de diversas nacionalidades, de creencias muy variadas, y el ambiente, especialmente el de la juventud, era muy relajado.
Benito se dio cuenta de que si permanecía allá, en medio de esa sociedad tan dañada, iba a llegar a ser un corrompido él también. Para él, en la lucha contra el pecado y la corrupción resultan vencedores los que huyen de las ocasiones y se alejan de las personas malvadas, corruptas, violentas, por eso huyó de la ciudad y se fue hacia una región totalmente deshabitada, a un sitio llamado Subiaco a rezar, meditar y hacer penitencia.
Vivía en una roca rodeada de maleza y espino y a donde poder subir era una tarea ardua, su barba y su cabello crecieron bastante y su piel se volvió bastante morena, a tal punto que un día unos pastores que buscaban unas cabras, al encontrarlo creyeron que era un animal salvaje, pero luego del oírlo hablar se quedaron impresionados de los excelentes consejos que sabía dar.
La noticia se esparció por todo el pueblo y mucha gente empezó a visitarlo para pedirle que le aconsejara y los enseñara. Luego, Benito junto a varios discípulos, entre los que estaban San Mauro, San Plácido y otros más, se dirigió hacia un monte escarpado llamado Montecassino, en ese lugar fundó la comunidad de Benedictinos, su monasterio de Montecasino ha sido famoso durante muchos siglos.
Inspirado por Dios escribió un reglamento para sus monjes al que llamó Santa Regla, la cual se hizo famosa en todo el mundo y en ella se han basado los reglamentos de todas las demás comunidades religiosas en la Iglesia Católica. La regla benedictina es primitiva, cuatro horas para rezar, cuatro horas para estudiar, seis y media para trabajar manualmente, ocho y media para dormir y una para comer, lo que suma 24 horas al día.
Benito logró que sus seguidores se convencieran de que el trabajo no es rebajarse sino sino un ser útil para la sociedad y un modo de imitar de a Jesucristo que fue gran trabajador y hasta un método muy bueno para alejar las tentaciones. Repetía con frecuencia «ora, et labora», reza y trabaja.
La vida de los benedictinos es de una mística aplicada al pan nuestro de cada día, es una lucha contra las malas influencias de Satanás, donde incluso se le ha dedicado un sacramental que se conoce como la medalla de San Benito.
San Benito fue un poderoso exorcista porque tenía la cualidad de expulsar a espíritus malignos de un sitio en concreto mediante la práctica del exorcismo. Este don lo ejerció con la famosa Cruz de San Benito. El crucifijo de la Buena Muerte y la medalla de San Benito han sido reconocidos por la Iglesia como una ayuda para el cristiano en la hora de la tentación, del peligro, del mal principalmente en la hora de la muerte.
Los papas Pío XII Y Pablo VI proclamaron a San Benito padre y patrón de Europa. San Benito en su búsqueda de cercanía con Dios marcó un modo de hacer camino hacia Dios porque estaba convencido de que con Dios ¡siempre ganamos!
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