San Alberto Magno, patrono de los científicos, por María García de Fleury - 800Noticias
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Religión

Por: María García de Fleury

San Alberto Magno nació en Alemania hacia el año 1193, era hijo del conde de Bollstädt.

Desde muy joven le costaban mucho los estudios; frustrado, una noche trató de ir al colegio y a punto de escapar por una escalera que estaba colgada en una pared, se encontró con la virgen María que le dijo: “Alberto ¿Por qué en vez de huir al colegio no me rezas a mí que yo soy la causa de la sabiduría?, si me tienes fe y confianza te daré una memoria prodigiosa y para que sepas que sí fui yo quien te la concedí, cuando te vayas a morir olvidarás todo lo que sabías.

Alberto así lo hizo, y se encomendó a la virgen. De ahí en adelante, tuvo muchas facetas, a los 16 años, estudiando en la Universidad de Padua, en Italia, sintió la vocación religiosa fue a la orden de los frailes dominicos donde se destacó por su santidad y capacidad intelectual.

En Paris, centro intelectual de Europa en ese tiempo, sus clases eran tan famosas que lo obligaban a enseñar en la plaza pública. Toda su vida fue profesor muy reconocido, siempre se mantuvo con gran humildad y rezaba pidiéndole a Dios “Señor Jesús, pedimos tu ayuda para no dejarnos seducir de las vanas palabras tentadoras sobre la nobleza de las familias, sobre el prestigio de la orden, sobre lo que la ciencia tiene de tan atractivo.

Alberto fue electo Superior Provincial de los Dominicos en Alemania y para visitar las comunidades recorría a pie la región mendigando por el camino el alimento y el hospedaje para la noche.

Alberto fue un gran estudioso de la naturaleza a través del método de observación y experimentación y se convirtió en una autoridad en física, geografía, astronomía, mineralogía, alquimia, es decir, química y biología.

Escribió tratados de botánica y fisiología animal; sus observaciones geográficas fueron tan grandes que hizo mapas de las principales cadenas montañosas de Europa, explicó la influencia de la latitud sobre el clima y dio una excelente descripción física de La Tierra, demostrando ya en ese tiempo, alrededor de 1250 que la tierra era redonda.

Comprobó que no existe conflicto entre ciencia y religión y por eso es un modelo de científico creyente.

Alberto reescribió los estudios de filosofía de Aristóteles y aplicó el método y los principios aristotélicos al estudio de la teología, así inició lo que se conoce como el sistema escolástico que su discípulo Tomás de Aquino perfeccionó.

Fue teólogo y canonista personal del Papa, predicaba en las iglesias de las ciudades, el Papa lo nombró obispo y a los dos años renunció para regresar a su comunidad religiosa. Participó en el concilio ecuménico de Lyon.

En 1278, muy interesante, cuando dictaba una clase le falló súbitamente la memoria y perdió la agudeza de entendimiento; se acordó entonces de lo que le había dicho la virgen en su juventud, “para que sepas que sí fui yo quien te la concedí, cuando te vayas a morir olvidarás todo lo que sabías”.

Alberto dejó de dar clases y murió a los 74 años el 15 de noviembre de 1280, tranquilo en su comunidad, en el convento dominico de Colonia, en Alemania. San Alberto estudiaba, investigaba, analizaba y todo lo hacía en función de predicar a Dios porque él sabía que con Dios ¡siempre ganamos!