San Agustín y su mensaje a los jóvenes, por María García de Fleury
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Agustín nació en Tagaste, África, en el año 354. Su padre era pagano y su madre una mujer muy cristiana. Era muy inteligente pero a la vez rebelde.
De joven sus padres lo enviaron a Cartago, a estudiar, dónde se encontró con toda una vida muy liberal y a pesar de ser muy estudioso se dedicó a todo tipo de placeres, incluso convivió con una mujer con quién tuvo un hijo a quién llamó Deodato.
Su madre, Mónica, oraba sin cesar para que se convirtiera. Agustín tuvo una larga búsqueda y un lento proceso de conversión personal, hasta que encontró la verdad en el cristianismo.
Fue monje, obispo de la ciudad de Hipona y teólogo. Vivía en una comunidad religiosa que el mismo fundó y para la cual escribió unas reglas, que han sido seguidas hasta el día de hoy por muchas congregaciones y órdenes religiosas.
Tomó muy en serio su responsabilidad pastoral como obispo, fue pensador y escritor muy activo, dejando muchos tratados y libros teológicos que a menudo eran la respuesta a las discusiones teológicas de su tiempo.
Uno de sus escritos más conocidos e importantes tiene como título «Las Confesiones». Está considerado como una obra maestra de la espiritualidad cristiana, en el Agustín narra sus luchas para vencer la fuerza opresiva del hábito carnal, su conversión en el jardín de Milán y su supuesto ascenso místico con su madre en la localidad italiana de Ostia. El libro de las confesiones representa uno de los primeros y más sistemáticos tratamientos de la educación moral cristiana en el pensamiento occidental y si bien las confesiones fueron escritas por Agustín, esencialmente como una obra autobiográfica,su objetivo principal era representar su propia vida como un microcosmo de la vida de la persona en general y usar sus luchas morales y su victoria final sobre el pecado, como una guía para otro que están en sus propios viajes espirituales.