San Agustín una experiencia de conversión - 800Noticias
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Religión

María García de Fleury

No se puede hablar de este gran hombre llamado San Agustín sin hablar de algo fundamental en su vida que fue su conversión. En la iglesia solamente se celebran dos conversiones, la de San Pablo y la de San Agustín.

San Agustín acogió el catolicismo a los 32 años, a pesar de que desde muy niño había sido educado en la fe católica. A partir de su conversión su vida dio un giro radical, comenzó un nuevo estilo de vida dedicado completamente a Dios que lo convirtió en uno de los pilares básicos de la teología católica.

En la vida de Agustín cambiaron básicamente tres cosas con la conversión, la búsqueda de la posición social, la sexualidad y las amistades.

En la búsqueda de la posición social podemos decir que la ambición por alcanzar una buena posición social la deseaban sus padres y también Agustín. Ambicionaba tener dinero, prestigio, por eso se fue de maestro y enseñó en África, donde abrió una escuela de gramática en Tagaste.

Luego fue a Cartago, de ahí a Roma, siempre enseñando, de donde se trasladó a Milán, porque Milán era la sede de la corte imperial. Allí alcanzó el grado de magister sapiencia, una especie de catedrático numerario por oposición.

Fundó una escuela propia donde enseñaba el arte de la retórica y llegó a alcanzar un gran prestigio social. En su libro Las confesiones reconoce que como profesor solamente le interesaba vender palabrería destinada a cosechar labureles.

Lamentó no haber enseñado a utilizar adecuadamente la oratoria al servicio de la verdad. Otra cosa que cambió radicalmente su vida fue la sexualidad. Agustín claramente en su libro Las confesiones afirma que él era esclavo de la pasión.

Cuando fue a estudiar en Cartago comenzó a llevar una vida totalmente de libertinaje, disfrutando de la vida alegre, despreocupado, fanático de los espectáculos, la literatura, el teatro.

Agustín narra que se dejó llevar sin freno por sus impulsos sexuales. Decía además de sus padres le dieron demasiada rienda suelta y no supieron unir el rigor con la bondad. Empezó a sentir deseos de amar y ser amado, aunque cuando ya amaba empezaba a amar de verdad.

Agustín se enamoró y vivió con su concubina fielmente desde los 17 hasta los 31 años. De ella tuvo un hijo a quien llamó Aaron Adiodato. Cuando llegó el momento en que Agustín debía casarse porque su carrera profesional se lo exigía, no pudo hacerlo con su concubina porque la desigualdad social existente entre los dos se lo impedía.

Por eso la concubina fue despedida con intervención de su madre Mónica. Aquella generosa mujer de la que desconocemos su nombre, se retiró prometiendo ante Dios no conocer a otro hombre. Agustín confiesa que cuando le apartaron de su lado como impedimento para el matrimonio, aquella mujer con quien compartía su vida, su corazón, quedó rasgado, llagado y manando sangre.

Otra cosa que tuvo que dejar Agustín fue las amistades porque él decía que no podía ser feliz sin los amigos. A los amigos los amaba desinteresadamente y compartió en todo momento con ellos su proceso de búsqueda y sus inquietudes más profundas. No sabía estar sin amigos.

La conversión de San Agustín enseña que por más alejado que uno esté de la vida y del amor a Dios, del verdadero sentido de la fe, siempre es posible regresar a Dios. Nunca es tarde para convertirse.

Hay que convertirse a diario para poder estar con Dios porque con Dios siempre ganamos.

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