SALUD | Científicos revelan los beneficios inesperados de la venganza
Con información de BBC Mundo
La venganza ha formado parte del comportamiento humano casi desde que estamos sobre la Tierra. La literatura la ha usado a lo largo de su historia, de las tragedias griegas al Hamlet de Shakespeare.
Muchos de nosotros, sin duda, hemos imaginado vengarnos contra aquellos que nos han contrariado o incluso hemos llevado a cabo el golpe.
En el momento, puede sentirse como una catarsis. Pero, ¿qué nos motiva a buscar la venganza?
Los investigadores están buscando respuestas a esta pregunta y están concluyendo que la venganza tiene algunas ventajas inesperadas.
Para empezar, la venganza es un detonante emocional poderoso que moviliza a las personas a actuar.
«Es una experiencia muy extendida de la vida humana, personas de todas las sociedades entienden la idea de enfadarse y querer herir a alguien que te ha hecho daño», asegura el psicólogo evolutivo Michael McCullough, de la Universidad de Miami, quien lleva más de una década estudiando los mecanismos de la venganza y el perdón.
De hecho, la venganza potencia el crimen: está asociada con hasta el 20% de los homicidios y el 60% de los tiroteos en las escuelas, según muestran distintos estudios.
Pero también influye en la política. La victoria presidencial de Donald Trump, en Estados Unidos, se produjo gracias a la «venganza de los blancos de clase media…que se sintieron abandonados por una economía que se globaliza a un ritmo rápido», escribió el Washington Post.
Y muchos otros medios se hicieron eco de este sentimiento.
Una desconocida para la ciencia
Mientras que el tema de la agresión ha sido bien estudiado (sus detonantes incluyen el alcohol, haber sido previamente insultado y los rasgos narcisistas de personalidad) la venganza está peor comprendida.
No es fácil separarla de lo que es un comportamiento violento, haciendo que sea un tema difícil de estudiar.
David Chester, de la Universidad de Virginia Commonwealth, empezó a estudiar los mecanismos de la agresión, pero se dio cuenta pronto de que con frecuencia hay algo más antes de una interacción violenta.
Se refiere a las emociones asociadas a lo que se conoce como el «intermediario psicológico»: los pensamientos y sentimientos que se producen entre una provocación y el resultado agresivo.
«Me provocó curiosidad, cómo se pasa de algo como recibir un insulto a llevar a ejecutar una respuesta agresiva».
La clave, en su opinión, es el deseo de represalias.
«Así que por intentar entender la agresión, empecé a estudiar la venganza».
Se puso a investigar más sobre las causas de ésta.
Agresión y placer
Al principio, junto con su colega Nathan DeWall de la Universidad de Kentucky, descubrió que una persona que es insultada o rechazada socialmente sufre dolor emocional.
La zona del cerebro asociada con el dolor se activó más intensamente en los participantes que reaccionaron con una respuesta agresiva tras sentirse rechazados.
«Está poniendo de manifiesto una tendencia antigua y mantenida durante la evolución de responder a las amenazas y hacer daño mediante una represalia agresiva», dice Chester.
En un estudio de seguimiento, Chester se sorprendió al ver que el dolor emocional estaba intrincadamente unido al placer.
Aunque que el rechazo se siente doloroso al principio, puede rápidamente ser enmascarado por el placer cuando se presenta con la oportunidad de vengarse: incluso activa el circuito de recompensas del cerebro, el núcleo accumbens.
Las personas que han sido provocadas se comportan agresivamente precisamente porque puede ser «gratificante hedonísticamente», concluyó Chester. La venganza, parece, puede ser muy dulce.
El vínculo entre la agresión y el placer en sí mismo no es nuevo.
El «padre de la psicología», Sigmund Freud, era muy consciente de que comportarse de forma agresiva puede ser una forma de catarsis, pero la idea de que la venganza proporciona una propia forma especial de placer solo ha surgido recientemente.
Una muñeca de vudú
Para entender esto mejor, Chester y DeWall pusieron en marcha una serie de experimentos, publicados en la edición de marzo de este año en la revista «Personality and Social Psychology».
Para estos, hicieron que los participantes se sintieran rechazados al ser deliberadamente excluidos de un juego de lanzamiento de pelota computarizado.
Luego, permitieron a todos los participantes clavar agujas en una muñeca virtual de vudú. Aquellos en el grupo de los rechazados pincharon su muñeca con un número significativamente mayor de agujas.
Esta simulación de rechazo se hizo primero de forma remota a través de internet, y luego se replicó con distintos participantes en el laboratorio.
En la versión en el laboratorio, los participantes dejaron salir su deseo de «venganza» emitiendo un ruido explosivo prolongado y desagradable contra sus oponentes (que eran computadoras, no gente real, pero los participantes no lo sabían).
De nuevo, aquellos que se sintieron más rechazados sometieron a sus rivales a estallidos más largos.
Finalmente, para entender el rol de las emociones en el deseo de venganza, Chester y DeWall proporcionaron a los participantes una supuesta droga que inhibía el estado de ánimo (en realidad, era solo una vitamina inofensiva).
Aún así, el efecto placebo fue tan fuerte que los participantes que tomaron la «droga» no se molestaron en vengarse contra las personas que los rechazaron, mientras que aquellos que no recibieron el placebo actuaron de forma mucho más agresiva.
El grupo que tomó el placebo, parece, no buscó venganza porque creyeron que no iban a sentir placer en ello.
Un placer ¿pasajero?
Tomando estos resultados todos juntos, el equipo llegó a una conclusión sorprendente.
No solo la venganza puede dar placer, sino que la gente la busca precisamente anticipando esto mismo.
«Se trata de la experiencia de regular emociones», dice Chester. Y funcionó. Tras tener la oportunidad de vengarse, los individuos rechazados obtuvieron la misma puntuación en los exámenes de estado de ánimo que aquellos que no se sintieron rechazados.
Esta conclusión, sin embargo, hay que tomarla con un poco de cautela. No hay en la actualidad estudios de seguimiento a largo plazo sobre cómo se siente la venganza días o incluso semanas después del acto.
Y, según Chester, resultados preliminares todavía no publicados muestran que las personas que buscan venganza solo obtienen un sentimiento de placer momentáneo.
«Como muchas otras cosas, se siente bien en el momento. Pero empieza un ciclo y comienzo a parecerse a una adicción… luego te sientes peor que cuando empezaste», explica.
Y esto puede ayudar a explicar por qué aquellos que buscan el subidón de la venganza no son capaces de anticipar las consecuencias personales desastrosas que puede implicar.
El futbolista Zinedine Zidane, por ejemplo, será recordado para siempre como el autor de un cabezazo contra Marco Matterazzi en la Copa del Mundo de 2006.
Pero, ¿por qué?
La pregunta, entonces, es por qué este comportamiento aparentemente destructivo persistió en nuestra evolución si puede causarnos tantos problemas.
La respuesta es que lejos de ser un error evolutivo, la venganza sirve un propósito muy útil.
Michael McCyllough lo explica así: aunque la gente puede decir que buscar la venganza «es muy malo para ti» (porque puede arruinar tus relaciones, por ejemplo) el hecho es que existe, y es positiva.
El objetivo principal es funcionar como factor disuasorio, lo cual a su vez tiene claras ventajas para nuestra supervivencia.
Pensemos en la cultura de las bandas o de las cárceles, donde si te mezclas con la gente equivocada los ataques vengativos son una consecuencia segura.
«Si tienes una reputación de ser alguien vengativo, la gente no se va a meter contigo ni intentar aprovecharse«, dice Chester.
En la actuación ganadora de un Óscar de Leonardo DiCaprio en «The Revenant», su deseo de venganza es tan poderoso que lo mantiene vivo.
Con huesos rotos y heridas abiertas, atraviesa terrenos hostiles y peligrosos para vengarse del asesino de su hijo.
E incluso la amenaza de venganza puede en sí misma disuadir de un ataque, dice McCullough.
«Al individuo que responde a ese daño le irá mejor que al que recibe la bofetada en la mejilla y deja que el chico malo se salga con la suya».
Al igual que el hambre, considera la venganza como una necesidad primaria que satisfacer.
Solo entonces puede el vengador seguir hacia adelante, «porqueel objetivo se ha cumplido».
Así que si el objetivo principal de la venganza es evitar el daño, entonces se trata de algo muy bueno.
Pero esto no implica, dice McCullough, que se deba animar a la gente a buscar venganza.
«Podemos apreciar para qué sirve, entender que no es el producto de mentes enfermas y al mismo tiempo estar interesados en ayudar a la gente a limitar sus deseos de venganza», asegura.