¿Sabe por qué los turistas no pueden comer en la Antártida?
ABC
La Antártida es uno de los últimos destinos salvajes del planeta, un lugar donde la naturaleza aún es más poderosa que las agencias de viajes. Es un paraíso protegido (por ahora), relativamente caro (por ahora) y lejano. Un bien común de la Humanidad al que, sin embargo, cada vez llegan más turistas (unos 40.000 cada año), atraídos por la belleza inhóspita y desolada de un universo helado. Y en 2019, fecha del bicentenario del descubrimiento, quizá sean más…
En septiembre de 1819, el navío español San Telmo desapareció en Cabo de Hornos. Se cree, aunque nunca se han encontrado pruebas, que pudo ser el primero en llegar a la Antártida. Meses después se hallaron restos del barco en la costa norte de la isla Livingston. El foquero inglés William Smith descubrió oficialmente la primera tierra al sur del paralelo 60° S. Fue el 19 de febrero de 1819, aunque Smith entonces no llegó a desembarcar. En el siguiente viaje, en octubre de 1819, llegó al archipiélago Shetland del Sur, descubrió la isla Desolación y, ya sí, desembarcó en la Isla Rey Jorge.
El explorador John Davis dijo haber puesto su pie en el continente el 7 de febrero de 1821, aunque no está confirmado. Y el noruego Roald Amundsen alcanzó el Polo Sur en 1911. Más de un siglo después, la gran mayoría de los turistas que llegan a las islas o al continente antártico salen de la ciudad argentina de Ushuaia; unos pocos viajan en avión de Punta Arenas a la isla del Rey Jorge, donde hay una base chilena en la que pueden aterrizar aviones Hércules; y otro pequeño número de viajeros procede de Australia o Nueva Zelanda, y se dirigen al mar de Ross, al sur de Nueva Zelanda.
Dos de esos barcos pertenecen a la compañía Hurtigruten. Son el MS Fram y el MS Midnatsol. En la temporada 2019-2020 serán tres, el histórico Fram y dos barcos nuevos con más capacidad, el MS Roald Amundsen y el MS Fridtjof Nansen. Los recorridos registrados por la Asociación Internacional de Touroperadores Antárticos (IAATO) están limitados a barcos de no más de 500 pasajeros, con solo cien personas en tierra a la vez.
Arnau Ferrer, guía, jefe de producto de Hurtigruten Spain, ha estado quince veces en la Antártida. Es por tanto una persona autorizada para hablar de turismo en la última frontera.
Viajar a la Antártida es caro (en torno a 5.000 euros desde Buenos Aires), pero no tiene otras limitaciones añadidas. La IAATO vigila que no se junten varios barcos en el mismo lugar: en la última campaña hubo 63 registrados, con permiso para operar. A partir de ahí «el precio es el único límite para ir -afirma Ferrer-, aunque hay mochileros que se buscan la vida para organizar un viaje relativamente low cost desde Ushuaia. Cada día van al puerto y preguntan qué barco sale (todos los días hay alguno) y si está completo. Si hay plazas libres pueden encontrar ofertas muy atractivas. Claro que pueden pasarse una semana o más esperando».
Arnau Ferrer le hemos preguntado por otras curiosidades del turismo en la Antártida.
-¿Es cierto que está prohibido comer en tierra?
-El turista y las agencias nos comprometemos a limitar al máximo el impacto. Para ello, una de las fórmulas es que no puedas comer en tierra. Así evitas que se queden papeles, trozos de bocadillo o cualquier otro resto… Es una recomendación de la IAATO para limitar el impacto. También se pide que nadie fume.
-¿Qué equipo de supervivencia llevan las excursiones que se dirigen a tierra?
-En nuestro caso llevan un equipo de superviviencia para tres días. Se bajan tiendas y comida, porque en la Antártida las condiciones climáticas cambian cada media hora. Con olas de un metro, no se puede recoger a los turistas. También es posible quedarse bloqueados por el hielo. Pero, que yo sepa, el tiempo máximo que hemos tenido un grupo en tierra han sido cinco horas, bloqueados por el viento o las olas.
-¿En qué consiste el kit de supervivencia?
-Básicamente es comida. Barritas energéticas y tiendas. La gente va abrigada por principio, aunque no siempre necesite ese abrigo. Tiene que ir preparada, con ropa térmica y guantes. La oscilación térmica entre la noche y el día es pequeña, y en la época en que vamos no hace tanto frío como se pueda creer. Puede oscilar entre uno o dos grados positivos y dos grados negativos, pero no mucho más.
-¿Hay un proceso de desinfección antes o después de una excursión?
-En efecto. Antes de llegar a tierra se limpia todo lo que uno lleva. Se pasa un aspirador por mochila y bolsillos. Y siempre, antes de bajar y antes de volver, se limpian las botas. Siempre hay un impacto, pero se trata de que sea mínimo. Hay que tener en cuenta que en una excursión hay cien personas que pisan tierra. Siempre se hace el desembarco en un lugar abierto, donde haya espacio para que se muevan con comodidad seren humanos y animales.
-¿Todos los cruceros ofrecen excursiones a tierra?
-Algunos son cruceros panorámicos, que no bajan. En los nuestros se baja tres veces a tierra al día y se hacen excursiones en lancha para, por ejemplo, avistar ballenas… El mínimo es una excursión a tierra y una excursión de hora y media en lancha.
¿Se puede dormir en la Antártida?
-Se puede. Ofrecemos desde hace unos pocos años la posibilidad de comprar una noche en la Antártida. Cuesta 400 euros y es precio un sorteo, porque siempre hay más gente interesada que plazas. Tenemos once tiendas para dos personas, y una más para el guía. Cenan en el barco, ayudan a montar la tienda, pasean, desmontan la tienda y desayunan otra vez en el barco. El saco de dormir está preparado para soportar temperaturas de 40 bajo cero, así que no hay problema. Hay un lavabo químico si alguien necesita ir al baño, y por la mañana se retira y se lleva de vuelta al barco.