Sábado Santo y la Virgen María, por María García de Fleury
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Jesús es el amor fiel, hasta el final, hasta el sacrificio de la vida entregada en la cruz, María asumió desde la fe y la esperanza afrontando en comprensión y desprecio. Cuando llegó la hora de Jesús, la hora de la pasión, la fe de María fue entonces la lámpara encendida en la noche. Ella duelo durante el sábado Santo, su llama pequeña pero clara estuvo encendida hasta el alba de la resurrección y cuando le llegó la noticia de que el sepulcro estaba vacío su corazón quedó lleno de alegría de la fe, la fe cristiana en la muerte y resurrección de Jesucristo, por eso la virgen María da testimonio que la esperanza cristiana es una virtud humilde y fuerte que sostiene y hace que no nos ahoguemos en las tantas dificultades de la vida.
La esperanza en el señor jamás decepciona y fuente de alegría que da Paz a nuestro corazón. Con María agradecemos al señor por tantas mujeres que desde su dolor pero también desde su tremenda fortaleza interior y esperanza animan al resto de las mujeres atreverse a dar el primer paso, el primer paso para defender la vida en todas sus formas para romper los círculos de muerte, de odio, de destrucción, de desesperanza. Jesús nos dice a nosotros como sus discípulos amados, ahí tienen a su madre, acogemos a María, la madre de nuestro señor, como compañera de nuestra vida, como fortaleza con la fe en el señor y de la mano con María quiénes creemos en eso estamos llamados emprender el camino de la vida con esperanza, compromiso, con deseos de trabajar con valor para erradicar primero del corazón y luego de la práctica colectiva, esas raíces que alimentan la violencia y qué tantas lágrimas y sangre hacen derramar.
María conoce por experiencia personal como la oscuridad del sábado Santo puede penetrar hasta el fondo del alma. por eso, ella sirve de consuelo que sostiene el espíritu, la virgen como María madre de la esperanza se mantuvo con paciencia y paz el sábado Santo enseñándonos a mirar con paciencia y perseverancia aquello que vivimos en ese sábado de la historia, cuando muchos, incluso cristianos estaban tentados a no esperar más en la vida eterna y ni siquiera en el retorno del señor.
La impaciencia y el apuro qué es característico de nuestra cultura tecnológica hacen que resulte insoportable cualquier retraso en la manifestación del designio divino y de la victoria del resucitado. María tuvo paciencia, al acoger a la virgen María en nuestra vida en nuestra casa en nuestro país en nuestro mundo estamos llamados a dar el primer paso hacia la reconciliación el perdón y la paz que Jesús regala. Con María que nos acoge como hijo y nos acompaña en el camino no tengamos miedo invoquémosla con toda nuestra fe y esperanza. En el sábado santo de la desilusión, la virgen María es la madre de la esperanza y obtiene para todos la consolación del corazón porque ella es la madre de Dios y con Dios siempre ganamos.