Sábado Santo, por María García Fleury
Por María García de Fleury
El Viernes Santo, Dios murió en la cruz y todos se fueron a su casa en tristeza, reflexión y silencio. Es un día de oración frente a la tumba esperando, será verdad eso de la resurrección. por eso la iglesia católica no permite la celebración de bautizos, matrimonios o confirmaciones ese día. Solo se permite el sacramento de la confesión la eucaristía y la opción de los enfermos. Es común durante ese día realizar retiros espirituales. El sábado santo es la conmemoración de Jesús en el sepulcro y su descenso al abismo, por eso las iglesias tienen las puertas cerradas.
Al final de este día de silencio, de este día sin Dios, en la noche de Sábado Santo tenemos la vigilia pascual, la más importante de todas las celebraciones cristianas, porque conmemora la resurrección de Jesucristo. Es decir, el cumplimiento de todas las profecías y la recuperación vital de la vida de Jesús para no morir jamás y se divide en tres partes que terminan con la liturgia eucarística.
Primero, la celebración del fuego nuevo y de la luz, segundo la liturgia de la palabra y tercero la bautismal, por eso se bendicen el agua y las velas. Durante los primeros siglos de la iglesia, se acostumbraba a bautizar el Sábado Santo a los que querían ser cristianos, también ese día, los que hacían penitencia publica por su falta y pecado eran admitidos como miembros de la asamblea. Actualmente, la vigilia pascual permite que renovemos nuestras promesas bautismales y acercarnos a la iglesia con un espíritu renovado. Antiguamente se llamaba a este día como Sábado de Gloria, sin embargo, la reforma litúrgica de la Semana Santa dada por el papa Pio XII la denominó Sábado Santo.
Existe una tradición que después de la vigilia del sábado, el domingo de resurrección, se regalan huevitos porque el huevo es símbolo de la pascua y representa el inicio de la vida y la fertilidad. La historia y la tradición sitúan a esta costumbre en los días siguientes a la resurrección de cristo y dicen que la primera portadora del huevo de pascua de la historia fue María Magdalena, cuando fue a hablarle al emperador acerca de la resurrección de Jesús, él no creyó y se burló de ella, le dijo, un hombre puede volver tan fácil como que ese huevo se ponga rojo, y el huevo se puso rojo. Sobre todo en la iglesia ortodoxa se mantiene la costumbre de compartir huevos rojos en pascua. La tradición ha ido actualizándose y ahora esconder de pastico, con dulces o chocolates adentro le explica a los niños la dulzura del nuevo comienzo de la vida con Jesús resucitado, que siempre cumple sus promesas y está con cada uno de nosotros. Resurrección es creer que podemos tener una vida nueva feliz junto con Dios porque con Dios, siempre ganamos.
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