Religión | ¿Cómo «murió» la Virgen María? - 800Noticias
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El dogma de la Asunción, proclamado por el Papa Pío XII en 1950, no afirma ni niega la muerte de la virgen María.

Sostiene que “la Inmaculada Madre de Dios, siempre virgen María, terminado el curso de su vida terrena fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial”.

Un debate antiguo

Teólogos y santos tuvieron opiniones divididas sobre la muerte de la virgen María, la mujer más humilde y privilegiada de todos los tiempos.

Durante 9 meses llevó en su vientre a Jesucristo, lo vio crecer, fue testigo de sus tres años de predicación y, a pesar de que sufrió como nadie al verlo morir en la cruz, también tuvo el mayor gozo de todos al verlo resucitado.

Sin embargo, muchos se preguntan qué pasó con ella después de la vida pública de Jesús. Lo último que nos cuenta la Biblia acerca de ella es que estaba con los apóstoles el día que el Espíritu Santo descendió sobre la Iglesia en forma de lenguas de fuego. Sin embargo, ¿qué pasó después?

Respuesta a la pregunta según San Juan Damasceno

Tal vez el relato más hermoso y conocido es el de San Juan Damasceno, un gran santo y doctor de la Iglesia. Él apoyó la teoría de la muerte de María y así la narró:

“La Madre de Dios no murió de enfermedad, porque ella por no tener pecado original no tenía que recibir el castigo de la enfermedad.  Ella no murió de ancianidad, porque no tenía por qué envejecer, ya que a ella no le llegaba el castigo del pecado de los primeros padres: envejecer y acabarse por debilidad. Ella murió de amor.  Era tanto el deseo de irse al cielo donde estaba su hijo, que este amor la hizo morir.

Unos catorce años después de la muerte de Jesús, cuando ya había empleado todo su tiempo en enseñar la religión del Salvador a pequeños y grandes, cuando había consolado tantas personas tristes y había ayudado a tantos enfermos y moribundos, hizo saber a los apóstoles que ya se aproximaba la fecha de partir de este mundo para la eternidad.

Los apóstoles la amaban como a la más bondadosa de todas las madres y se apresuraron a viajar para recibir de sus maternales labios sus últimos consejos, y de sus sacrosantas manos su última bendición.

Fueron llegando, y con lágrimas copiosas, y de rodillas, besaron esas manos santas que tantas veces los habían bendecido. Para cada uno de ellos tuvo la excelsa Señora palabras de consuelo y de esperanza.  Y luego, como quien se duerme en el más plácido de los sueños, fue Ella cerrando santamente sus ojos; y su alma, mil veces bendita, partió a la eternidad.

La noticia cundió por toda la ciudad, y no hubo un cristiano que no viniera a llorar junto a su cadáver, como por la muerte de la propia madre. Su entierro más parecía una procesión de Pascua que un funeral.  Todos cantaban el Aleluya con la más firme esperanza de que ahora tenían una poderosísima Protectora en el cielo, para interceder por cada uno de los discípulos de Jesús.

En el aire se sentían suavísimos aromas, y parecía escuchar cada uno, armonías de músicas muy suaves. Pero, Tomás Apóstol, no había alcanzado a llegar a tiempo. Cuando arribó ya habían vuelto de sepultar a la Santísima Madre.

‘Pedro‘, – dijo Tomás- ‘No me puedes negar el gran favor de poder ir a la tumba de mi madre amabilísima y darle un último beso a esas manos santas que tantas veces me bendijeron‘. Y Pedro aceptó.

Se fueron todos hacia el Santo Sepulcro, y cuando ya estaban cerca empezaron a sentir de nuevo suavísimos aromas en el ambiente y armoniosas músicas en el aire.

Abrieron el sepulcro y en vez del cadáver de la Virgen encontraron solamente…una gran cantidad de flores muy hermosas.  Jesucristo había venido, había resucitado a Su Madre Santísima y la había llevado al cielo.

Esto es lo que llamamos Asunción de la Virgen.

¿Y quién de nosotros, si tuviera los poderes del Hijo de Dios, no hubiera hecho lo mismo con su propia Madre?”.