Reflexión: Juan Bautista Castro, sacerdote
María García de Fleury
El Apostolado Mundial de la Virgen de Coromoto ha lanzado una iniciativa espiritual que invita a los fieles a embarcarse en un viaje de reflexión eucarística.
Durante 33 días, los participantes se sumergirán en meditaciones profundas sobre la Eucaristía, culminando con un acto de consagración al Santísimo Sacramento.
Esta actividad, que se está llevando a cabo a través de WhatsApp, comenzó el 4 de junio y concluirá el 7 de julio, ofreciendo una oportunidad única para la devoción y el crecimiento espiritual.
Hoy la reflexión corresponde a el Renacer de la Fe en Venezuela con la vida y obra de Monseñor Juan Bautista Castro
Monseñor Juan Bautista Castro, nacido en Caracas el 19 de octubre de 1846, fue un sacerdote que dejó una huella imborrable en la historia religiosa de Venezuela. Huérfano desde temprana edad, fue educado por personas que le inculcaron un profundo amor a Dios, a la Virgen María y, sobre todo, a la Eucaristía.
Desde joven, Castro ingresó al seminario bajo la dirección del padre Nicanor Rivero, quien lo acompañó durante sus estudios en el Seminario de Caracas. Tras finalizar su formación, fue ordenado sacerdote en Barcelona, Venezuela, el 25 de diciembre de 1870, en medio de una época de turbulencia política.
A su regreso a Caracas, Castro se encontró con un país en crisis. El general Antonio Guzmán Blanco, quien había asumido la presidencia en 1870, emprendió un ataque contra la Iglesia Católica, resultando en la encarcelación de Castro y otros sacerdotes en 1881. A pesar de las adversidades, Castro no perdió la fe y, tras su liberación, se dedicó a organizar la adoración perpetua y propagar la devoción a Jesús Sacramentado.
En 1888, logró establecer la devoción de la adoración perpetua al Santísimo Sacramento en la Iglesia de Las Mercedes en Caracas. Sin embargo, la adoración se veía interrumpida por la cantidad de actividades religiosas que allí se realizaban. Fue entonces cuando Ana Teresa Ibarra de Guzmán Blanco, esposa del presidente y ferviente católica, intervino.
A pesar de la oposición de su marido, Ana Teresa insistió en la necesidad de un lugar digno para adorar al Santísimo Sacramento. Su insistencia llevó a la construcción de la Santa Capilla, una réplica de la iglesia de la Santa Capilla de París, que reemplazó a la antigua Ermita de San Sebastián.
La Santa Capilla, consagrada y bendecida tras su finalización, se convirtió en el centro de la adoración al Santísimo Sacramento. Castro fue nombrado capellán de la Santa Capilla e inició la adoración durante todo el día al Santísimo, estableciendo también la adoración nocturna.
Además, Castro fundó una doble congregación: una de sacerdotes misioneros y otra de religiosas del Santísimo Sacramento, conocidas como las Siervas del Santísimo Sacramento o las Adoratrices. Estas mujeres, formadas personalmente por Castro, se dedicaron exclusivamente al amor y la devoción al Santísimo Sacramento, sirviendo a la Iglesia y ayudando a revitalizar la fe en Venezuela.