Recortes, hambre y estrés, la factura del virus en Nueva York
EFE
La ciudad de Nueva York se prepara para su tercer ejercicio titánico de resiliencia en menos de 20 años tras haber superado los atentados del 11S o la crisis económica de 2008, que estalló en pleno Wall Street, y fija mañana su vista en el inicio de la reapertura tras dejar atrás lo peor de una pandemia que ha causado la muerte de más de 20.000 ciudadanos, pero… ¿quién pagará la factura social y económica del coronavirus?
De momento, en el que es uno de los principales motores económicos de Estados Unidos, los neoyorquinos se enfrentan a una situación sin precedentes que ha situado en 900.000 el número de personas sin puestos de trabajo en la ciudad -pasando del 3,4 % de parados registrados en febrero al 14,6 % en abril- y más de 1,9 millones de empleos destruidos en todo el estado, según datos publicados por el departamento estatal de Trabajo de Nueva York.
HAMBRE Y DÉFICIT
La incertidumbre económica y la destrucción de empleo ha hecho que más de un millón de personas no tengan qué comer en la Gran Manzana y dependan de los repartos gratuitos de comida que coordina el ayuntamiento de la mano de organizaciones sociales.
Cada día, la ciudad de Nueva York entrega ya cerca de 1,5 millones de comidas en más de 500 puntos a lo largo de la gran urbe, la mayoría colegios o iglesias, a través del programa denominado «Get Food NYC» («Consigue Comida en Nueva York»), que en las últimas semanas se ha tenido que duplicar para hacer frente a la demanda real, según informaron las autoridades locales, que ya han repartido más de 40 millones de comidas desde que comenzó la crisis.
También se ha puesto en marcha un programa para pagar los gastos esenciales, como la luz y el agua, a 450.000 neoyorquinos y una partida presupuestaria destinada a asegurar que las casas de personas en riesgo de exclusión cuentan con aire acondicionado para superar el calor veraniego y evitar problemas de salud relacionados con las altas temperaturas.
Asimismo, en comparación con otros estados del país, Nueva York cuenta con uno de los programas sanitarios más ambiciosos de todo Estados Unidos, con planes gratuitos o de bajo costo de cobertura garantizada para personas sin ingresos o con rentas bajas y que ahora se ve amenazado por la alargada sombra del déficit, tal y como han admitido tanto el gobernador del estado, Andrew Cuomo, como el alcalde de la ciudad, Bill de Blasio.
De Blasio advirtió recientemente sobre los problemas de financiación a los que se enfrenta la ciudad y admitió que, debido a la crisis sanitaria, el déficit de las arcas públicas de su administración había pasado de 7.400 millones de dólares a cerca de 9.000 millones.
Sin ayuda federal, aseveró, se verían obligados a tomar decisiones «muy dolorosas» que afectarán a la calidad de la vida en la ciudad y a la capacidad del ayuntamiento de proveer servicios básicos.
También Cuomo se ha manifestado en esta dirección, especialmente si se produce un rebrote del virus en otoño. «Washington debe actuar de forma inteligente y rápida. El estado de Nueva York tiene un agujero de 61.000 millones de dólares», pidió el gobernador, quien dijo que, «aunque nadie quiere hacerlo», de no recibir más recursos se vería obligado a hacer recortes en los servicios esenciales como la sanidad, la educación, la policía o los bomberos.
SECTORES QUE NO ARRANCAN Y CIERRE DE MUCHOS RESTAURANTES
En declaraciones a Efe, el profesor Nicholas Economides, de la Escuela de Negocios Stern de la Universidad de Nueva York (NYU), prevé una recuperación lenta de la hostelería y de los pequeños negocios, como peluquerías, centros estéticos o barberías, puesto que requieren un contacto cercano con el cliente y su apertura será más tardía, según el calendario de fases para volver a la actividad económica planeado por el estado.
En una ciudad cuya actividad económica gira sobre todo en torno a los sectores más afectados por las medidas de contención del virus, como la industria del ocio, la restauración, el turismo o el comercio minorista, Economides estima que en la Gran Manzana «solo los restaurantes de éxito sobrevivirán» y que en torno al 15 % o el 20 % no podrán retomar su actividad y se verán abocados al cierre.
El profesor de la NYU también calcula una recuperación lenta del turismo debido al distanciamiento social y a la limitación de capacidad en algunos espacios destinados a turistas, lo que limitará la habilidad de ciertos negocios de generar beneficios y forzará a cerrar aquellos con márgenes más ajustados.
Por otro lado, Economides destaca que en la nueva normalidad el trabajo remoto sobrevivirá especialmente para los epleados de «cuello blanco», los de oficinas, y para algunos profesores universitarios, que continuarán trabajando de forma telemática.
«Espero una recuperación en dos meses desde que se produzca la reapertura», opinó Nicholas Economides, quien recuerda que la economía estaba en un estado «excepcional» antes de la pandemia.
MELLA PSICOLÓGICA
En una investigación académica liderada por la Escuela Médica del Hospital Mont Sinai de Nueva York, los psiquiatras Jonathan Depierro, Sandra Lowe y Craig Katz advierten de que la pandemia del COVID-19 y sus repercusiones estarán presentes en la sociedad neoyorquina durante varias décadas de una manera similar a lo que sucede tras los ataques del 11 de septiembre casi 20 años después.
Según los expertos, la pandemia probablemente conducirá a «altas tasas» de síndrome de estrés postraumático, depresión y abuso de sustancias entre los supervivientes, las familias de las víctimas, los trabajadores médicos y otros empleados esenciales.
«La tremenda pérdida de vidas conducirá invariablemente a efectos adversos para la salud mental en la población, especialmente en los familiares de las víctimas, los trabajadores del sector sanitario que intentaron valientemente salvar a los enfermos y la del personal esencial que continuó sirviendo al público frente a la amenaza invisible», apuntan en sus conclusiones.
Para Depierro, Lowe y Katz, en lugar de la «repentina sacudida de miedo y horror que acompaña a los ataques del 11 de septiembre», la pandemia del COVID-19 traerá a su juicio una ola más insidiosa de «ansiedad, ira y dolor» a medida que aumentan las bajas. Por ello, alertaron de la necesidad de disponibilidad y accesibilidad a tratamientos de salud mental a corto y largo plazo para responder a esta situación.
PANDEMIA RACISTA
Por si fuera poco, Nueva York encara el inicio de la reapertura mañana 8 de junio como uno de los principales focos de las protestas contra la brutalidad policial y el racismo en Estados Unidos tras la muerte del ciudadano afroamericano George Floyd, quien murió asfixiado a manos de un agente de policía de Mineápolis (Minnesota) mientras le suplicaba que le «dejase respirar».
Este suceso, recurrente en la historia estadounidense, coincide con las altas tasas de mortalidad y contagio registradas durante la pandemia del COVID-19 en los barrios donde se concentran las minorías raciales, un hecho que en estos últimos días ha intensificado el sentimiento de ira e injusticia entre la población afroamericana y latina, que denuncia una discriminación sistémica y estructural.
Por distritos, en El Bronx la cifra de personas con anticuerpos de COVID-19 es del 34 %, según un muestreo estatal llevado a cabo para conocer la seroprevalencia de la población neoyorquina, mientras que en Brooklyn es del 29 % y en Queens del 25 %.
Morrisania y Brownsville, por ejemplo, vecindarios especialmente vulnerables ubicados en El Bronx y Brooklyn, respectivamente, casi doblan la cifra media de hospitalizaciones en la ciudad. De media, el 27 % de las personas que viven en barrios pobres de la Gran Manzana han generado anticuerpos de COVID-19. Estos índices contrastan con los de Manhattan, del 20 %, y de Staten Island, del 19%, donde viven las rentas más altas y blancas.