¿Qué pasó el Lunes Santo?, por María García de Fleury
por: María García de Fleury
Al día siguiente de su entrada triunfal en Jerusalén, con las palmas, donde fue vitoreado y alabado por muchísimas personas, Jesús volvió con sus discípulos a Jerusalén, en el camino maldijo una higuera porque no había dado frutos.
Algunos estudiosos creen que esta maldición de la higuera representó el juicio de Dios sobre los líderes religiosos de Israel que estaban espiritualmente muertos, otros creen que el simbolismo se extendió a todos los creyentes, demostrando que la fe genuina es más que una simple religiosidad exterior. Una fe verdadera, la fe viva, debe dar fruto espiritual en la vida de una persona.
Cuando Jesús llegó al templo, encontró los patios llenos de vendedores y cambistas corruptos, empezó a tumbar mesas y a limpiar el templo diciendo: «las escrituras dicen, mi templo será casa de oración, pero ustedes lo han convertido en una cueva de ladrones».
Amigos, al hablar de una casa de oración y una cueva de ladrones, Jesús estaba citando dos pasajes del antíguo testamento. En Isaías, capitulo 56, versículo 7 Dios dice «los llevaré a mi monte santo y haré que se sientan felices en mi casa de oración, y mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos».
Dos veces en ese versículo, el templo de Dios es llamado casa de oración, el diseño de Dios fue que su casa en Jerusalén fuera un lugar de oración para los adoradores de todas las naciones. La frase «cueva de ladrones», viene de Jeremías en el capítulo 7 versículo 11 donde Dios dice «se ha convertido para ustedes en cueva de ladrones esta casa que lleva mi nombre?»
El profeta Jeremías estaba reprendiendo a los lideres del templo por sus abusos, pues predicaban una cosa y a la vez estaban oprimiendo y tomando violentamente lo que no era suyo.
Jesús tomó estos dos versículos del antiguo testamento y los aplicó a su época: un versículo estaba lleno de promesa y pureza, el templo de Dios sería una acogedora casa de oración, y el otro versículo estaba lleno de convicción y advertencia, la gente había pervertido los propósitos correctos de Dios para su propio beneficio. En los patios del templo se aprovechaban económicamente, los engañaban con tipos de cambios exorbitantes, los obligaban a comprar animales entre comillas aprobados por el templo para el sacrificio, con el pretexto de que sus propios animales no eran dignos.
Jesús denunció estos manejos codiciosos, y físicamente puso fin a la corrupción, en su justa indignación citó a Isaías y a Jeremías para mostrar que tenía una justificación bíblica para sus acciones. Lo que debería haber sido un santuario para los justos, se había convertido en un refugio para los malvados, en un lugar lleno de avaricia, extorsión y opresión, y el hijo de Dios no lo iba a tolerar.
El diseño de Dios para el templo es que fuera una casa de oración, un lugar para reunirse con Dios y adorarlo y que todos aprendieran y supieran que con Dios siempre ganamos.