¿Qué es el Viernes de Concilio? - 800Noticias
800Noticias
Religión

Fecatolicaguayana

La Iglesia Católica conmemora hoy el Viernes de Concilio, según el cual, en el año 325 fue celebrado el Primer Concilio de Nicea, y se estableció a la Cristiandad que la fiesta de Pascua de Resurrección debía celebrarse cada año «el Domingo siguiente al primer plenilunio tras el equinoccio de Primavera», fijado el 21 de Marzo. Es decir, buscamos el día en el que entra la Primavera (momento en el que el Sol atraviesa el plano del Ecuador), vemos cuando es la siguiente Luna llena a este día, así pues, el siguiente Domingo a dicha Luna llena será Domingo de Resurrección.

Esta decisión se tomó para relacionar la Semana Santa con la Luna llena, de forma que durante ella haya una Luna llena, ya que Jesucristo murió en la Cruz un viernes con Luna llena.

Con el Domingo de Ramos se inicia la Semana Mayor. En este día la Iglesia hace memoria de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, para llevar a cabo su misterio Pascual. En la liturgia se nos presentan los dos aspectos fundamentales de la Pascua. En Venezuela hay tradiciones antiguas relacionadas con este viernes. Por ejemplo, una procesión de palmeros el viernes anterior al Domingo de Ramos (Viernes de Concilio)

I Concilio de Nicea

El primer Concilio ecuménico se celebró en el año 325 en Nicea (actualmente Iznik), ciudad de Asia Menor en Turquía y fue convocado por el Emperador Constantino I el Grande, por consejo del obispo San Osio de Córdoba.

El objetivo de Constantino era mantener unido el Imperio romano, en grave riesgo de división, unificando a las diversas facciones religiosas que en ese momento se enfrentaban por distintas creencias. Existían tres corrientes cristológicas del cristianismo en el siglo IV, que básicamente disentían en la relación y naturaleza del Hijo respecto al Padre. La primera era el arrianismo, comandado por el presbítero Arrio de Alejandría y Eusebio de Nicomedia, quien sostenía que el Hijo, que se había encarnado en Jesús de Nazaret, era el unigénito de Dios y que por lo tanto tenía un origen temporal, la primera de las criaturas creadas, y por ello no era coeterno con su Padre.

La segunda corriente, opuesta a la anterior, sostenía que el Hijo de Dios era ontológicamente igual al Padre, ambos el mismo Dios, pues Padre e Hijo tenían la misma substancia (ομοουσιος). El obispo Alejandro de Alejandría, y su diácono Atanasio, defendían esta postura.

Posteriormente se desarrolló una tercera posición, intermedia entre las dos anteriores, cuyos seguidores son generalmente conocidos como semiarrianos. Eusebio de Cesarea fue uno de sus principales representantes. Los semiarrianos afirmaban que el Hijo no tenía un inicio temporal, pero debía considerarse al Padre como precediéndolo en existencia. Los semiarrianos afirmaban que el Hijo era de una substancia similar (ομοιουσιος) pero no igual a la del Padre.

Tras la victoria del bando que defendía la consustancialidad, Arrio fue considerado hereje, por negarse a aceptar la declaración final del Concilio, y excomulgado junto a otros dos obispos.

Asistieron al Concilio más de trescientos obispos presididos por Osio de Córdoba en nombre del Emperador, y el Papa Silvestre I envió dos sacerdotes romanos: Víctor y Vicentius para que le representasen. Casi todos los padres conciliares condenaron la doctrina de Arrio, que afirmaba que el Hijo era una creación de Dios. Sin embargo, los semiarrianos, que eran la gran mayoría en el Concilio, se opusieron a la palabra ομοουσιος (consustancial), propuesta por Atanasio, debido a que ésta sugería que el Padre y el Hijo eran lo mismo.

El Emperador Constantino, aunque no entendía los detalles de las discusiones de teología griega, notó que el grupo de Atanasio no cedería, y sería complicado mantener el orden del Imperio. Por esta razón, y aconsejado por Osio, decidió en favor de Atanasio, proclamando que Jesús era consustancial con el Padre (ομοουσιον τω πατρι). Con esta fórmula como base, se compuso el Credo Niceno en el que se resumía la doctrina cristiana, particularmente en lo que se refiere al Logos. Este símbolo o credo se propuso inmediatamente en la asamblea. Su frase fundamental era: engendrado, no hecho, consustancial con el Padre.

El emperador Constantino declaró que aquellos que no aceptasen este símbolo serían desterrados. Arrio y Eusebio de Nicomedia no firmaron el credo y por lo tanto fueron condenados al exilio y la quema de todos sus libros. Sin embargo, Constantino fue finalmente bautizado por Eusebio de Nicomedia, que seguía siendo el ordinario y al que se le habían mantenido sus dignidades eclesiásticas. Posteriormente se levantó la condena civil a la doctrina arriana y Arrio fue perdonado, aunque murió repentinamente en circunstancias extrañas cuando iba a ser investido de nuevo con sus privilegios eclesiásticos.

Una de las decisiones del primer Concilio de Nicea que tendría más consecuencias prácticas fue la determinación de las normas para el cálculo de la fecha de la Pascua. El seguimiento de dichas normas acabó dando lugar a la reforma gregoriana del calendario en 1582, por el tema de rechazar la teoría de Arrio se trató también el tema de la Filiación Divina de Jesucristo y se aceptó la Doctrina de Atanasio por la que la Trinidad y la naturaleza de Jesús, se estableció en un lenguaje comprensible y didáctico.