Profetas, por María García de Fleury - 800Noticias
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Religión

Por: María García de Fleury

Ningún detalle que se cuenta en las sagradas escrituras es superficial, por eso es bueno investigarlos para descubrir mucha sabiduría en ellos; por ejemplo, el caso de los profetas de Dios que fueron hombres comunes y corrientes y Dios los eligió para las tareas más difíciles.

Dios los llamaba para que compartieran la revelación de su palabra y su voluntad para el pueblo judío; algunas veces los enviaba con buenas noticias, pero normalmente Dios comunicaba a sus profetas verdades muy duras y hasta advertencias de juicio, de castigos, para que se los comunicaran al pueblo.

Al presentarles tan malas noticias obviamente la gente los perseguía, los despreciaban, se burlaban de ellos, y trataban de no escucharlos. Tanto molestaban que pusieron presos a algunos de ellos y hasta llegaron a matarlos, como fue el caso de Juan el Bautista, a quien Herodes por temor al qué dirán, aunque no quería hacerlo, le mandó a cortar la cabeza como se lee en el evangelio de San Marcos, capítulo 6.

Juan se había presentado delante del pueblo con palabras muy duras y cuando tenía en frente a las autoridades les expresaba verdades que eran realmente crudas, tanto es así que los acusaba y exponía ante todo el pueblo y como consecuencia se veía acusado y presionado por una serie de miembros del gobierno; aun así y más allá de todo él seguía adelante y cumplió con su ministerio.

Algo verdaderamente importante de entender, es que Dios no nos obliga a nada, somos nosotros los que decidimos llenar de bendición nuestras vidas o vivir mediocremente una fe sin frutos ni sentido, ¿Cuál será nuestra elección?

Veamos en este ejemplo la firmeza, la disposición y determinación de Juan, algo que nosotros también deberíamos tener, no es que vayamos a tener el miso ministerio que él, pero sea cual sea el nuestro, al momento de servir a Dios deberemos contar con esas cualidades para hacerlo a pesar del qué dirán y de la situación que debamos enfrentar.

Juan lo dejó todo para servir a Dios, y no miró a los hombres en busca de simpatía o aprobación, todo el tiempo supo que alguien más debía aprobarlo y que si bien lo que dijeran los demás importaba, quien verdaderamente importaba era aquél que lo había llamado y comisionado para esta gran tarea.

Tanto Juan Bautista como también San Pablo, lo dejaron todo por amor a Dios; Juan no solamente abandonó su posición sacerdotal, la cual le daba prestigio, sino su familia y su forma de vida. Todo lo tuvo en poco por amor del señor y por la entrega de su corazón a su servicio.

Tal vez en este punto nosotros podamos preguntarnos: ¿Quién ocupa el primer lugar en mi vida?, eso no es algo que se demuestre con palabras, la invitación es a que copiemos la entrega y la disposición de los profetas y transitemos por el camino que Dios vaya mostrándonos a cada uno cumpliendo también nosotros con su voluntad y con su llamado, sabiendo que así seremos verdaderamente felices, porque con Dios ¡siempre ganamos!