Profetas de Dios, por María García de Fleury
Por: María García de Fleury
Ningún detalle que se cuenta en las sagradas escrituras es superficial, por eso es bueno investigarlos para descubrir mucha sabiduría en ella, por ejemplo, el caso de los profetas de Dios, que fueron hombres comunes y corrientes y Dios los eligió para tareas muy difíciles. Dios los llamaba para que compartieran la revelación de su palabra y/o su voluntad para el pueblo judío. Algunas veces los enviaba con buenas noticias, pero normalmente Dios comunicaba a sus profetas verdades muy duras y hasta advertencias de juicio o de castigo para que se los comunicara al pueblo.
Al presentarse a dar tan malas noticias, obviamente la gente los perseguía, los despreciaba, se burlaban de ellos, trataban de no escucharlos, tanto molestaban que pusieron presos a algunos y hasta llegaron a matarlos, como fue el caso de Juan el bautista a quien Herodes por temor al qué dirán, aunque no quería hacerlo le mandó a cortar la cabeza como se lee en el capítulo VI de San Marcos a partir del versículo 14.
Juan se había presentado ante el pueblo con palabras muy duras y cuando tenía la frente a las autoridades les expresaba verdades realmente crudas, tanto es así que los acusaba y los exponía frente a todo el pueblo, como consecuencia se veía acusado y presionado por una serie de personajes del gobierno, pero, aun así y más allá de todo Juan Bautista siguió adelante y cumplió con su ministerio.
Algo verdaderamente importante de entender es que Dios no nos obliga a nada, somos nosotros los que decidimos llenar de bendiciones nuestras vidas o vivir mediocremente una vida sin frutos y sentido, eso lo dice el apóstol Santiago en su carta en el capítulo II. Entonces, ¿Cuál es la elección? ¿Vivimos mediocres o somos bendición de Dios?
Veamos el ejemplo, esta firmeza, esta disposición y esta determinación de Juan, es algo que nosotros también deberíamos tener, no es que vayamos a tener el mismo ministerio que él, para nada, pero si apreciar el nuestro, al momento de servir a Dios deberemos contar con esas cualidades para hacerlo a pesar del qué dirán y a pesar de la situación que debamos enfrentar.
Juan Bautista lo dejó todo para servir a Dios y no miró a los hombres en busca de simpatía o aprobación, en todo momento supo que alguien más debía aprobarlo, que si bien lo que dijeran los demás si importaba, quien verdaderamente importaba era aquel que lo había mandado y comisionado para esta gran tarea.
Tanto Juan Bautista como San Pablo lo dejaron todo por amor al señor, como dice Filipenses en el capítulo III, Juan no solamente abandonó su posición sacerdotal la cual le daba mucho prestigio y por lo tanto poder, sino que también abandonó a su familia su forma de vida, todo lo tuvo un poco por amor al señor, y por la entrega de su corazón al servicio.
Tal vez en este punto podríamos preguntarnos, ¿Quién ocupa el primer lugar en mi vida?, esto no es algo que se demuestra sólo con palabras, la invitación es a que copiemos la entrega y disposición de los profetas y transitemos los caminos que Dios vaya mostrándonos a cada uno cumpliendo también nosotros con su voluntad y con su llamado, sabiendo que si seremos verdaderamente felices porque con Dios ¡siempre ganamos!