Primer ministro japonés dispuesto a discutir el aplazamiento de los JJOO - 800Noticias
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EFE

Le ha costado demasiadas semanas a los dirigentes políticos y deportivos de Japón reconocer lo que se venía oyendo desde muchos lugares: mantener las fechas de Tokio 2020 se estaba convirtiendo en una quimera.

Hoy, pero sólo después de que el Comité Olímpico Internacional (COI) diera el primer paso, el jefe del Gobierno nipón, Shinzo Abe, reconoció, por primera vez, que a lo mejor se tienen que aplazar los Juegos Olímpicos.

«Si es muy difícil seguir adelante con la organización de los JJOO de forma completa como está previsto, para dar prioridad al bienestar de los atletas sería inevitable abordar la decisión de posponer las fechas», dijo Abe en una intervención en el Parlamento.

Ese «sería inevitable» estudiar un aplazamiento, aunque todavía dejando en el aire la duda, representa no obstante un giro radical en las posturas de un Gobierno que machaconamente venía insistiendo en que sí o sí el 24 de julio próximo comenzarían los Juegos Olímpicos.

El Gobierno de Japón ni siquiera cambió el discurso después de que desde Estados Unidos, el principal aliado nipón, el presidente Donald Trump sugiriera un aplazamiento en uno o dos años para evitar una fiesta olímpica con los estadios vacíos.

Trump mencionó esa idea el 12 de marzo pasado, en declaraciones a los periodistas, pero horas después habló telefónicamente con Abe y, según la versión oficial de Tokio, a partir de esa conversación «el Gobierno japonés no ha hecho ningún cambio y seguirá preparando (los JJOO) tal y como está planeado».

Pero en fechas posteriores hubo un tímido cambio en la narrativa oficial, ya que Abe y su equipo comenzaron a manejar el 17 de marzo la necesidad de tener las competiciones deportivas «de una forma completa»; es decir, con la asistencia regular de espectadores.

Aun así, siempre según las explicaciones oficiales, Abe había hablado con los otros líderes del G7 y ninguno de ellos había mencionado la posibilidad de aplazar los Juegos Olímpicos.

Ya para entonces se intensificaban las voces de deportistas que se quejaban de que no podían entrenar, de eventos clasificatorios cancelados o, sencillamente, de que las fronteras entre los países se estaban cerrando y cualquier viaje se podía convertir en un reto por los controles especiales por el COVID-19.

Pero, antes de eso, una y otra vez, el Gobierno de Japón y el Comité Organizador de Tokio 2020 se mantenían en las suyas, y no mostraban ninguna voluntad de hablar sobre un cambio de fechas.

Las autoridades niponas han venido encontrado en esa posición un importante aliado, el COI, que con sus propios mensajes seguía confirmando las fechas de los JJOO.

Tokio 2020 había entrado este año con una polémica previa, que, al igual que la actual, se cerró después de muchos debates por los temores de que los calores del verano en Tokio impidieran realizar el maratón.

Al final, los organizadores optaron por llevarlo a la ciudad norteña de Sapporo, donde el verano es más suave, para enojo de la gobernadora de Tokio, Yuriko Koike, teniendo en cuenta que esa prueba es la más popular de los Juegos Olímpicos.

El brote de coronavirus surgido en la ciudad china de Wuhan no se hizo presente en Japón hasta mediados de enero, con un primer caso, aunque a comienzos de febrero tuvo una extensión mayor que, de todas formas, hasta la fecha sólo ha afectado a un millar de personas en este país.

Pero el 14 de febrero pasado, el presidente de la comisión coordinadora de los JJOO del COI, John Coates, dijo claramente que los organizadores de Tokio 2020 no contemplaban «planes de contingencia» por el brote de coronavirus.

«No hay motivos para tener planes de contingencia ni para contemplar el traslado de los Juegos», afirmó Coates en una rueda de prensa que ofreció en Tokio.

Eran fechas, no obstante, en la que el escenario preocupante era Japón, por el avance del coronavirus, aunque los focos más graves estaban en China y en Corea del Sur.

Cuenta regresiva

A finales de febrero, el comité organizador de Tokio 2020 se mantuvo en la misma posición: «Todo seguirá como siempre». Esta vez lo aseguró después de que el canadiense Dick Pound, decano del COI, hablara abiertamente de una posible cancelación si el coronavirus se convertía en muy peligroso para los atletas.

Y siguió insistiendo el Gobierno de Japón en lo mismo el 4 de marzo, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) daba cuenta de que los casos de contagiados estaban presentes ya en 77 países, se habían registrado 214 muertos fuera de China, con 2.500 infectados en Italia y 2.300 en Irán.

«Seguimos ininterrumpidamente con la preparación para los JJOO tal y como está previsto», dijo ese día miércoles el ministro portavoz del Ejecutivo nipón, Yoshihide Suga.

La prueba de que el discurso oficial estaba muy lejos del sentimiento general la dio una encuesta difundida en Japón el 16 de marzo: el 70 % de los japoneses pensaban entonces que los Juegos Olímpicos no comenzarían en la fecha programada.

La preocupación, no obstante, comenzó a hacer mella en el ánimo olímpico cuando se supo que el encendido de la llama olímpica, en Grecia, se haría sin público, y que tampoco habría público durante el recorrido en Japón de la antorcha, que supuestamente comenzará el jueves próximo.

Ya para entonces se agudizaban las voces que pedían decisiones al COI y a los organizadores de Tokio 2020, y que ya no servía mantener esa posición tan firme o seguir dejando en el aire una decisión.

«Creo que el hecho de que el COI insista en que esto siga adelante, con semejante convicción, es desconsiderado e irresponsable», llegó a decir la semana pasada la medallista olímpica canadiense e integrante de la comisión de atletismo del COI Hayley Wickenheiser. EFE

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