Prepararse es vivir el Adviento, por María García de Fleury - 800Noticias
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Religión

María García de Fleury

El gran grito de Adviento es preparen el camino a nuestro Dios que viene a nosotros. Si alguien está en tinieblas y en sombras de muerte como hijo pródigo, si alguien perdió la amistad con Dios, si alguien se salió del camino de la salvación, ahora es el tiempo de volver a Dios, preparando un lugar bien dispuesto y ordenado dentro de sí mismo.

Es tiempo de pedir perdón por nuestras ofensas a Dios y a los demás. Es el tiempo de dejar a Dios entrar y habitar en nuestros corazones y mentes. Es tiempo para escuchar la voz de Dios, orar y vivir en verdad y justicia. Es tiempo de dar hospitalidad a Dios que debe guiar y salvar nuestra vida.

Este grito de: «preparen el camino porque viene el Señor» me hace recordar un cuento que me contó mi abuela hace muchos años, acerca de Martín, un zapatero viudo cuyos hijos eran grandes y se habían ido del lugar. Vivía solo en medio de un pueblito.

Todas las noches Martín leía un trocito del Evangelio. Y una noche se levantó sobresaltado porque había escuchado claramente una voz que le dijo, Martín, mañana Dios vendrá a visitarte. Se levantó, pero no había nadie en la casa. Se volvió a acostar y muy temprano se levantó a barrer y arreglar la casa para que Dios encontrara todo limpio y lo más bonito posible. Montó una olla para hacer su mejor sopa para cuando llegara Dios ofrecerle de comer. Se asomaba todo el tiempo a la ventana a ver si veía a Dios llegar. Al cabo de un rato pasó por ahí un vagabundo vestido de harapo y descalzo. Compadecido se levantó, lo hizo entrar en su casa para que se calientara un rato junto al fuego. Le dio una taza de leche caliente y le preparé un paquete con pan, queso y fruta para el camino. Y además le regaló unos zapatos. Hacia el mediodía vio pasar a una joven viuda con su pequeño, muertos de frío los dos. También los hizo pasar, los sentó a la mesa, sacó de la olla un poco de la sopa que estaba preparando para cuando Dios llegara. Y además fue a buscar un abrigo de su mujer y otro de uno de sus hijos y se los dio para que no pasaran más frío.

A medida que avanzaba el día Martín se sintió triste porque Dios no llegaba y en eso tocaron el timbre. Era un borracho diciendo tengo sed. Martín lo acomodó en la mesa, le sacó una jarra de agua y le puso delante de él un plato con los restos de la sopa del mediodía. Ya era casi medianoche cuando se fue el borracho. Martín estaba muy triste, Dios no había venido. Se sentó junto al fogón, tomó los evangelios y aquel día los abrió al azar y leyó. Porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estaba desnudo y me vestiste. Cada vez que lo hiciste con uno de mis pequeños, a mí me lo hiciste. Se le iluminó el rostro al zapatero, claro que Dios lo había visitado, no una vez sino tres veces.

El Adviento, amigos, es la esperanza de la venida de Dios que de variadas formas viene a visitarnos para que sepamos lo mucho que cada uno de nosotros es importante para él. Adviento viene a decirnos que Dios está en cada persona con quien nos encontramos. Adviento quiere enseñarnos que Dios te ama de verdad. Por eso tratemos de aprender a amarlo cada vez más, porque con Dios siempre ganamos.

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