Preocupa la juventud, por María García de Fleury - 800Noticias
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Religión

Por: María García de Fleury

El aumento de la tristeza persistente y de las ideas suicidas entre los adolescentes es sorprendente, los estudios relacionan muchas de estas tendencias con el auge de las redes sociales y su impacto en la salud psicológica de los niños, niñas y jóvenes, en particular la comparación y desesperación que se produce cuando, por ejemplo, las niñas al superar los cambios corporales de la pubertad, ven imágenes de sus compañeros y celebridades y se comparan con ellos o como el caso de la explosión en las redes sociales que llevan a los adolescentes junto con los niños y los niños a comenzar a identificarse como varones atrapados en cuerpos de niñas o al revés.

Todo esto causa una crisis de salud mental que está creciendo rápidamente y es una crisis que no puede abordarse adecuadamente con medicamentos contra la ansiedad, hay algo mucho más grande que está sucediendo, existe una crisis de esperanza que está ligada a una crisis de fe. La generación de los nacidos entre 1999 y 2015 está experimentando una rápida disminución de la fe en Dios. Desde el 2010 la practica religiosa entre los estudiantes de secundaria y universidad ha disminuido y muchos se definen ahora como ateos o como agnósticos.

Además, la crisis multifacética de la familia con el trauma de divorcio, la ausencia de figura paterna, ausencia de figura materna, la soledad que surge de tener menos hermanos y hermanas que llevan a los jóvenes a intentar ganarse amigos fuera del hogar así como la competencia por el amor y la atención contra los nuevos novios o novias de los padres pueden crear una crisis, una crisis en el sentido de no sentirse amados genuina y establemente, porque ser amado incondicional y firmemente es la verdadera fuente de la alegría, de lo que puede dar esperanza en medio de reveses y contradicciones.

El Papa Juan Pablo II dijo una vez que el hombre no puede vivir sin amor, la persona sigue siendo un ser incomprensible para si mismo, su vida carece de sentido si el amor no se le revela, si no encuentra el amor, si no lo experimenta y lo hace suyo, si no participa íntimamente de él.

Las drogas culturales del materialismo consumista junto a la búsqueda del placer por el placer y de la comodidad pueden distraernos de esta necesidad humana fundamental. Quiénes promueven el derecho al suicidio y de hecho lo glorifican como una opción «noble y digna» en respuesta al sufrimiento, están causando un daño incalculable. Por amor a nuestra juventud y a cualquier otra persona tentada al suicidio debemos oponernos enérgica y perseverantemente a este veneno cultural.

En su encíclica de esperanza cristiana del 2008, el Papa Benedicto XVI describió la desesperanza como aquellos que viven sin Dios en el mundo.

Estamos llamados a convertirnos en sembradores y difusores de esperanza, a ayudar a otros a encontrar el significado y el sentido de sus vidas, aún en las actividades más ordinarias y esto se logra haciendo ver que la verdadera esperanza está en sabernos amados personalmente por Dios y reconocer a Dios que está con nosotros en el mundo que es capaz de sacar el bien donde hay mal, que es el Todopoderoso y sin duda con Dios ¡siempre ganamos!