¿Prefieres un bonito carro de carrera?, por María García de Fleury - 800Noticias
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Navidad es tiempo para pensar en los niños recién nacidos y en los niños por nacer. Una vez vi un video con una conversación entre dos mujeres médicas abortistas que discutían sobre los precios que les iban a poner a los órganos de un bebé abortado, de manera de que les alcanzara para poder comprar un buen carro de carreras.

Sin juzgarlas, es necesario decir que el olvido de la dignidad del ser humano se muestra cada vez más claramente en nuestra cultura. Solo hay que considerar los más de 58 millones de abortos que se han realizado bajo la protección total de la ley o el impulso cada vez más insistente para permitir la eutanasia. Las cifras superan las registradas en todos los campos de batalla de la historia de la humanidad.

Toda la violencia contra los seres humanos es posible por la disminución de nuestro sentido de la existencia de Dios. Respetar la dignidad de la persona humana es una consecuencia y función de su condición de saber que somos criaturas de Dios. Hechos a imagen y semejanza del creador y destinados a la vida eterna en las alturas con Dios. Por eso cada ser humano es objeto de derechos inalienables.

Cuando a Dios se le elimina del cuadro, los derechos humanos desaparecen con rapidez. Sucedió en la antigüedad, donde una élite cultural disfrutaba de derechos y privilegios mientras que la gran mayoría de la gente estaba legítimamente relegada a un estatus inferior y otros a la esclavitud.  En todos los totalitarismos marcados por un rechazo agresivo de Dios son y han sido incontables los millones de seres humanos tratados como poco más que insectos.

Algunos filósofos y teóricos sociales han tratado de fundamentar el sentido de la dignidad humana en algo que no sea Dios, pero todos esos intentos han resultado infructuosos. Por ejemplo, si el valor humano es una función de la inteligencia, la creatividad o la imaginación de una persona, o su capacidad para entablar amistad, por qué no decir que este valor desaparece en el momento en que esos poderes se subdesarrollan, se debilitan o se eliminan por completo. O si el respeto por la dignidad humana está relacionada con la fuerza de los sentimientos de una u otra persona, ¿quién puede decir que esa dignidad se desvanece una vez que los sentimientos cambien o se secan?

Si leemos algunos de los relatos de los oficiales y soldados de los campos de exterminio nazi, ellos señalan que después de años de matar perdieron todos los sentimientos por los que estaban asesinando y los veían más o menos como unas ratas o unos insectos.

Durante los últimos 200 años los ateos han afirmado en voz alta que el despido de Dios conducirá a la liberación humana. Yo digo enérgicamente precisamente lo contrario: una vez que el ser humano se libera de Dios, se convierte en muy poco tiempo en un objeto entre los objetos y por lo tanto susceptible a la manifestación más burda por parte de los poderosos e interesados y surge la cultura de la muerte.

Si no hay Dios, los seres humanos son prescindibles. Entonces, ¿por qué no cambiar los órganos de los bebés por un bonito carro de carrera? Nuestro deber es luchar por la dignidad de cada ser humano porque ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. Amigos y con Dios siempre ganamos!