¿Por qué se portan mal los niños cuando están cansados? - 800Noticias
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Cuando estamos cansados, pero también cuando nos aburrimos o algo nos fastidia, niños y adultos perdemos el autocontrol. Nos comportamos peor. Y todo porque la torre de control cerebral, la corteza prefrontal, no funciona a pleno rendimiento.

Todos sabemos lo que significa estar cansado, porque es una sensación que experimentamos a menudo. Cuando realizamos cualquier actividad durante un cierto tiempo, tanto si es física como mental, e incluso después de vivir estados emocionales intensos, nos sentimos cansados, incluso agotados. Podríamos definir el cansancio como la falta de fuerzas después de realizar un trabajo físico, intelectual o emocional. También el aburrimiento, la infelicidad, la desilusión, el hastío, el tedio o el fastidio pueden dejarnos extenuados.

En cualquier caso, el cansancio tiene efectos curiosos sobre nuestro comportamiento, que se reflejan en una mayor dificultad para mantener el autocontrol. Esto se percibe con mucha facilidad en los niños, porque cuando están cansados, ya sea tras haber realizado una actividad agotadora o como consecuencia del aburrimiento o la desilusión, tienden a realizar acciones que nos molestan. O, dicho de forma coloquial, tienden a “portarse mal”. ¿A qué se debe este efecto?

Fallos en la torre de control cerebral

El motivo lo encontramos en el funcionamiento del cerebro, así que empecemos hablando de él. El cerebro es el órgano del pensamiento donde se generan y se gestionan todos nuestros comportamientos. Está estructurado en distintas zonas, que cumplen funciones específicas dentro de la tarea global de este órgano. Del control del comportamiento se encarga concretamente una zona llamada corteza prefrontal. Se encuentra en la parte más anterior del cerebro, justo detrás de la frente, en las capas más superficiales de neuronas. De ahí su nombre.

El aburrimiento tiene un efecto parecido al cansancio

Curiosamente, cuando estamos aburridos, desilusionados o tediosos, sucede algo parecido, aunque el origen sea ligeramente diferente. Resulta que, cuando estamos desmotivados, el cerebro también recibe menos energía, por lo que la corteza prefrontal no puede funcionar a pleno rendimiento. O, visto al revés, la motivación incrementa el flujo de sangre que irriga el cerebro y, con él, la energía disponible, lo que en general mejora la funcionalidad de las funciones ejecutivas.

 

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