¿Podemos aprender de la historia?, por María García de Fleury - 800Noticias
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En el año 598 antes de Cristo, los babilonios rodearon a Jerusalén su capital Judá, la tomaron y deportaron a gran parte de la población incluyendo al rey Jeconias.

Con los deportados estaba un joven llamado Ezequiel y ese convirtió en el profeta del exilio, profetizó durante 20 años y sus profecías buscaban salvar las esperanzas mesiánicas de sus compañeros deportado. Escribió el libro del antiguo testamento llamado el libro de Ezequiel y su mensaje habla de la fidelidad de Dios a su pacto, tanto en la ejecución del juicio sobre el pecado como en la bendición y restauración.

Ezequiel mostró la transformación interior que realiza la evangelización; si leemos el capítulo 11 allí dice «los reuniré de entre los pueblos, los recogeré de los países en los que estaban dispersos y les daré la tierra de Israel» y añadió «les daré un corazón íntegro e infundiré en ellos un espíritu nuevo».

¿Pero qué quiere decir un corazón íntegro?, pues significa superar la idolatría, adherirnos al único Dios verdadero, este es un tema fundamental en el antiguo testamento y Ezequiel continúa diciendo «les arrancaré el corazón de piedra y les daré un corazón de carne para que sigan mis leyes y pongan por obra mis mandatos, ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios»

Aunque el texto de Ezequiel haya sido escrito en un determinado contexto histórico refiriéndose al retorno del exilio de babilonia y anunciando la liberación de la esclavitud y el reencuentro de Israel como pueblo de Dios, sin embargo, para nosotros tiene un significado muy directo con el tema de la evangelización, porque la misión evangelizadora lleva al hombre y a la mujer a superar las idolatrías concretas y a formar parte plenamente del pueblo elegido de Dios.

Las renuncia a los ídolos significa aceptar a Dios como el centro de tu propia vida, cambiando el corazón y haciéndolo más humano. Ídolos de hoy bueno entre otras cosas el materialismo, el egoísmo con su secuela de sensualismo hedonismo, violencia, corrupción, la iglesia tramita todos la fuerza del evangelio que es capaz de transformar las relaciones humanas de modo que los hombres aprendan a amarse, a perdonarse y a servirse mutuamente.

Para renovar nuestras sociedades es necesario que todos participemos de la fuerza del evangelio, de este modo se favorecerá el ambiente propicio para la vivencia de los valores humanos y evangélico, como son la fraternidad, la solidaridad, la justicia y la verdad, tanto en cada uno de los miembros de la sociedad como en la sociedad misma, y, con la mirada puesta en el futuro la iglesia está llamada a preparar idénticos apóstoles en todos los campos, a lograr una verdadera promoción del laicado de forma que esté asumiendo su propio compromiso bautismal sea verdadero fermento dentro de la sociedad.

El ideal de santidad que enseñó Cristo debe animarnos aún decidido y autentico testimonio de vida en Cristo, porque el hombre y la mujer contemporáneos creen mucho más a los testigos que a los maestros, creen más en la experiencia que en la doctrina, creen más en la vida y en los hechos que en la teoría.

El profeta Ezequiel predicó la fidelidad a Dios, nosotros estamos llamados a vivir el mensaje gozoso de Jesucristo, dentro y fuera del país donde vivamos y transmitirlo al hombre y a la mujer actual así como las futuras generaciones porque este mensaje gozoso lo dio Cristo, Cristo es Dios y con Dios siempre ganamos.