Peregrinemos, por María García de Fleury
Por: María García de Fleury
De acuerdo al nuevo testamento, en la primera carta de San Pedro capítulo 2, se dice que los cristianos peregrinamos en la tierra y San Pablo agrega en la carta a Filemón, que la ciudadanía del cristiano está en el cielo.
Durante este peregrinaje, el Señor enseña a los suyos a conocerlo, a amarlo, a aprender sobre su razón de ser en la tierra y a que se conozcan profundamente a sí mismos. Peregrinar forma parte de nuestra vida espiritual, quién peregrina va en busca de Dios en aquellos lugares donde se ha manifestado de forma particular; un peregrino busca lo sobrenatural en un lugar preciso diferente al de su realidad cotidiana, deja sus afectos, su trabajo, su casa, sus amigos para ir al encuentro con un Dios vivo.
Peregrinar es viajar, no solamente interiormente, sino que implica trasladarnos físicamente, el desplazamiento a veces caminando o a través de otros medios hacia los lugares en los que se entra en contacto con lo sagrado, es una práctica común de todas las religiones y la culturas. Comenzar a peregrinar es ponerse en camino para luego detenernos en el encuentro con Cristo.
En la historia de la iglesia se peregrinaba tres veces por año para presentarse ante Dios, en su peregrinación a Jerusalén, Jesús María y José dejaron todo para ir a su encuentro junto con otras personas.
Una peregrinación es un llamado a hacerlo con otras personas, dónde encontramos el amor de Dios en gestos concretos, donde se reza juntos, se canta. Podemos iniciar el camino como peregrinos y normalmente se regresa como hermanos que hemos encontrado a Dios y que no podemos permanecer indiferentes unos con otros.
Las peregrinaciones iniciaron en la iglesia antes de la paz otorgada por el emperador Constantino y el año 313 y tuvieron su momento de mayor auge en la edad media, sobre todo en Roma Jerusalén y Santiago. Del siglo V al siglo VII comenzaron a cobrar fuerza las peregrinaciones marianas; la primera era a Nazaret.
Después del siglo XII se desarrollaron con mucha mayor fuerza las peregrinaciones a los santuarios de la Virgen por toda Europa y se comenzó a peregrinar hacia los lugares donde la tradición señalaba una intervención especial de la Virgen, una aparición, el encuentro milagroso de una imagen, pero en todos ellos, lo que ocurre en la actualidad y para que se mantengan vivo y activo son los milagros, los favores concedidos que mantienen el tono de afluencia y participación de los creyentes.
Peregrinar al santuario Basílica Nacional de Nuestra Señora de Coromoto en Guanare, estado Portuguesa, Venezuela, donde la Madre de Dios se le apareció al cacique Coromoto y le dejó su imagen en la mano, además de ser una bella experiencia religiosa de encontrarnos con la Santísima Virgen y con su hijo Jesús, es un motivo para honrarla, es estar en la capital espiritual de Venezuela.
El Apostolado Mundial de la Virgen de Coromoto, junto con los grupos coromotanos, con los grupos de consagración al inmaculado Corazón de La Virgen, y la Diócesis de Guanare, animan a peregrinar a Guanare para venerar y darle culto a la Virgen de Coromoto, a la Reina Madre de Dios, porque con Dios ¡siempre ganamos!