#OPINIÓN | Santa Marta patrona de los cocineros, amas de casa y hoteleros, por María García de Fleury
María García de Fleury
Los dos primeros años de la vida pública de Jesús lo vivió en la provincia de Galilea, al norte de su país. En el tercer año Jesús y sus discípulos se fueron a Judea, en el Sur. En el sureste queda la ciudad de Jerusalén, un lugar peligroso para ellos, pues andaban buscando a Jesús para matarlo.
A 4km de Jerusalén había un pueblo tranquilo llamado Betania, donde vivían unos amigos de Jesús: los hermanos Marta María y Lázaro. Con ellos, Jesús se sentía como en su casa. El Evangelio dice que Jesús amaba a Marta María y a su hermano Lázaro. La verdad es que es difícil encontrar un detalle tan simpático en el Evangelio de la relación entre Jesús y algunas familias. Con ellos Jesús se quedaba cuando visitaba Jerusalén.
En el Evangelio se habla varias veces de Marta. Cuando murió su hermano Lázaro, increpó a Jesús diciéndole: ¡Si hubieras estado aquí mi hermano no hubiera muerto! Luego, Marta aparece en un banquete en el que participan también Lázaro, poco después que Jesús lo hubiera hecho resucitar. Allí aparece Marta como la mujer ocupada en el servicio, sin quejarse ni compararse con nadie.
En el Evangelio de Lucas se dice que un día Jesús estaba en casa de ellos y María se sentaba a los pies de Jesús a escuchar su palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Se acercó Marta y le dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deja sola en el trabajo? ¡Dile que venga a ayudarme!».
Marta se esforzaba en servirle a Jesús lo mejor que podía. Por eso, Marta es la patrona de los cocineros, de las amas de casa y de los hoteleros.
El Señor corrigió a Marta y estableció cuáles eran las verdaderas prioridades: «Marta, Marta. Te preocupas y te agitas por muchas cosas y hay necesidad de una sola. María a elegido la mejor parte».
Jesús le estaba enseñando que la vida sin contemplación lleva al alma a dispersarse y a perder de vista cuál es lo más esencial que es amar a Dios sobre todas las cosas.
A veces, en nuestra pastoral, vivimos concentrados en programas, actividades y olvidamos para quién estamos trabajando. Hablar con Dios, estar con Dios, debe ser lo primero y luego las planificaciones.
El gran santo Tomás de Aquino cuando tenía que presentar alguna defensa de la fe o un trabajo dividía su día en dos: la mitad para orar y la otra mitad para trabajar. Un día le preguntaron: «Pero ¿qué haces? Tienes que terminar de presentar esta defensa y estás ahí orando». Santo Tomás se volteó y les respondió: «Para poder hablar o trabajar por Dios primero tengo que llenarme de él». Eso fue lo que le enseñó Jesús a Marta.
Ya lo había dicho Jesús en el Evangelio: busca primero el reino de Dios y su justicia y todo se te dará por añadidura. Porque vas con el corazón y la mente llena de Dios. Y con Dios, ¡siempre ganamos!