#OPINIÓN | San Luis, Rey de Francia, por María García de Fleury - 800Noticias
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María García de Fleury

El Rey Luis IX de Francia quedó huérfano de padre cuando tenía 11 años y su madre lo educó siempre en los principios cristianos. Entre otras cosas le decía:»Te amo, hijo. Con toda la ternura de la que es capaz una madre pero preferiría infinitamente verte caer a mis pies antes de que cometas un pecado mortal».

Luis IX fue coronado Rey de Francia cuando tenía 12 años y gobernó desde 1226 hasta 1270. En su coronación como Rey de Francia se comprometió por juramento a comportarse como el ungido de Dios, como padre de su pueblo y señor feudal del Rey de la paz. Aunque otros reyes habían hecho lo mismo, Luis era diferente porque en realidad interpretaba sus deberes reales a la luz de la fe.

Después de la violencia de dos reinados anteriores, Luis IX trajo paz y justicia. A los 20 años se casó con Margarita de Provenza, con quien tuvo once hijos. Y le enseñó a sus hijos tener un corazón de ternura y compasión por los pobres y los afligidos; a consolarlos tanto como pudieran.

Luis IX tomó la cruz para una cruzada, cuando tenía treinta años. Su ejército se apoderó de Damieta, en Egipto. Pero poco después, debilitado y sin apoyo, fueron rodeados y capturados. Luis obtuvo la liberación del ejército al renunciar a la ciudad de Damieta, además de pagar un rescate.

El Rey Luis fue un ejemplo y modelo de gobernante. Extendió la justicia en la administración civil. Sus regulaciones para los funcionarios reales se convirtieron en las primeras de una serie de leyes de reforma. Reemplazó  la batalla por el juicio, con una forma de interrogatorio de testigos y alentó el uso de registros escritos en los tribunales.

Luis siempre fue respetuoso con el Papado. Pero defendió los intereses reales contra los Papa y se negó a reconocer la sentencia del Papa Inocencio IV contra el emperador Federico II.

Luis se dedicó a su gente. Fundó hospitales, visitó a los enfermos. Se ocupó incluso de las personas con lepra. Luis unió a Francia. Unió a señores y ciudadanos, a campesinos, sacerdotes y caballeros, con la fuerza de su personalidad y santidad. Durante muchos años la nación vivió en paz.

Todos los días Luis tenía a trece invitados especiales de entre los pobres para comer con él y un gran número de pobres recibía comida cerca de su palacio.

En Adviento y en Cuaresma, a todos los que se presentaban se les daba una comida y Luis a menudo les servía, él en persona. Llevaba listas de personas necesitadas a las que ayudaba regularmente en todas las provincias de su dominio. Preocupado por los nuevos avances musulmanes en Siria encabezó otra cruzada en 1267, cuando tenía 41 años. Su cruzada se desvió hacia Tunes por el bien de su hermano.

El ejército fue diezmado por la enfermedad en un mes y el propio Luis murió en suelo extranjero a la edad de 56 años. Fue canonizado 26 años después porque todos los que lo conocieron entendieron que era un hombre que vivía y practicaba las enseñanzas de Jesucristo porque él sabía que con Dios, ¡siempre ganamos!