#OPINIÓN | La Asunción, por María García de Fleury
María García de Fleury
Hoy 15 de agosto la Iglesia celebra una de las fiestas mariana más importantes. Solo se adora a Dios. A la Virgen se le venera por encima de todos los santos.
Teológicamente la Asunción de la Virgen pertenece a uno de los dogmas o verdades de fe, definidos por la Iglesia.
¿Qué es un dogma? Es una verdad de fe absoluta, definitiva, infalible, irrevocable e incuestionable, revelada por Dios a través de la Biblia o la sagrada tradición.
Luego de ser proclamado un dogma no puede ser negado ni derogado ni por el Papa ni por una decisión conciliar. Para que una verdad se convierta en dogma es necesario que sea propuesta de manera directa por la Iglesia Católica a los fieles, como parte de su fe y de su doctrina, a través de una definición solemne e infalible por el Supremo Magisterio de la Iglesia.
Este dogma de fe de la Asunción de la Virgen fue dado por el Papa Pio XII el 1 de noviembre de 1950. El dogma de la Asunción no dice si la virgen murió o no. Esto ha quedado a la libre discusión e interpretación de los fieles, sobre todo de los teólogos.
Lo enseñado por Pío XII en la constitución es que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial.
En Jerusalén, cerca de la tumba de David, está la Basílica de la Dormición, atendida por una comunidad de benedictinos. Allí en la cripta hay una venerada imagen que representa a la Virgen acostada, con un mosaico en la cúpula, que representa a Jesucristo que viene a llevarla en cuerpo y alma.
Según una tradición muy antigua, el Arcángel San Gabriel le anunció a María que su hijo vendría a buscarla después de tres días. El mismo Jesucristo le avisó a los apóstoles que se reunieran en Jerusalén para despedirse de María. Todos ellos la acompañaron mientras se quedaba dormida y la enterraron luego junto a la tumba de sus padres y de su esposo San José, en Getsemaní, y muy cerquita de la Basílica de la Dormición.
Pero Tomás no llegó a tiempo y se perdió el entierro de María. Y cuando por fin llegó quizo ver su cuerpo para despedirse de ella. Cuando abrieron la tumba, el cuerpo de la Virgen no estaba. Solo vieron lienzos con las cuales la habían envuelto.
Por la noche oyeron una música celestial, vieron a María suspendida en el aire, rodeada de ángeles que les decían: «Alégrense porque yo estaré con ustedes todos los días».
María fue la primera, después de Cristo, en experimentar la resurrección, y es una anticipación de la resurrección de la carne que para todos los demás vendrá después del juicio final. Por haber sido madre de Jesús, y por haber sido preservada de la mancha del pecado, María, como Jesús, se elevó a Dios para la vida eterna. Y con Dios, ¡Siempre ganamos!