#OPINIÓN | ¿Es necesario ser prudente?, por María García de Fleury - 800Noticias
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María García de Fleury

La prudencia es la capacidad de actuar de forma justa y adecuada, respetando los sentimientos, la vida y las libertades de las demás personas. Pero también es la cualidad de comunicarse con un lenguaje claro, acertado, con sensatez, moderación y reflexión.

En la vida personal, familiar, social, laboral, eclesial, es necesaria la prudencia porque es sensatez y buen juicio. Consiste en discernir y distinguir lo que es bueno o malo en una determinada situación para saber cómo actuar y decidir. Por eso, los diez mandamientos son formas de ejercitar la prudencia.

La prudencia es la medida ética que guía a la conciencia moral para actuar porque determina lo que está conforme a la realidad. Prudencia es actuar a través de tres pasos sucesivos: primero, conocer lo que tienes que decidir; después, discernir acerca de la situación, lo que te lleva a tomar consciencia de la situación en donde estás; Y tercero, la decisión de actuar. Aristóteles y Santo Tomás de Aquino decían que esa es la regla recta de la acción.

Por eso se dice que toda persona inteligente es prudente. ¿Por qué? Porque toma decisiones y actúa buscando el bien y evitando el mal en la realidad que está viviendo y así se pueden vencer las tentaciones de injusticia y de cobardía.

Para ser prudente se requiere tomar en cuenta quién es uno y por qué desea uno una cosa y no otra. Por eso es imprudente el egoísta, el que mira por sus propios intereses y no por los demás. Es imprudente el que no está dispuesto a escuchar consejos, el que no piensa lo que hace, el que le falta constancia

Uno puede ser imprudente por equivocarse en el momento de tomar la decisión; y uno puede equivocarse por inseguridad, por centrarte en ti mismo sin mirar a Dios y a los demás, por tener una visión materialista de la vida, por avaricia, por omisión, por negligencia y esta vez, a su vez, por flojera, por cobardía. Imprudente es dejar de actuar por miedo al riesgo. En general todo esto pasa por falta de madurez.

La razón que todas estas actitudes se opongan a la prudencia es porque la prudencia se ocupa no solamente de los fines sino también de los medios para actuar.

La prudencia dispone la razón práctica para discernir en todas las circunstancias cuál es el verdadero bien y para elegir los medios  justos para realizarlo.

La prudencia de un cristiano se resuelve en su búsqueda de sus santidad con todas las consecuencias. Es decir, buscar el amor de Dios aplicando y viviendo las enseñanzas de Cristo en todos los momentos y acciones de tu existencia, en medio de la realidad concreta que te ha tocado vivir.

Contemplar a Dios conduce a amarlo con obras. También a todos aquellos que él ama y a toda la realidad que te rodea. Porque todo ha salido de Dios. A él estamos llamados a encaminarnos, porque con Dios, ¡siempre ganamos!