#OPINIÓN | El poder del rosario, por María García de Fleury - 800Noticias
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María García de Fleury

El rosario es ese collar de sesenta piedras que está lleno de gracias que podemos recibir con solo recitar, con nuestro corazón y nuestros labios, esas diez Ave Marías y Padre Nuestro cinco veces, de forma pausada, hasta completa las cincuenta Ave María, meditando los misterios del nacimiento, la vida, la pasión, muerte y resurrección de el Señor.

El santo rosario, rezado con devoción, es un arma poderosa contra las asechanzas del mal. Es tan poderosa que desarma el demonio, cambia los corazones tibios en corazones ardientes y enamorados de Jesús, nuestro Señor.

Sor Lucía, vidente de Fátima, decía que cuando lo rezamos con amor, el cielo se abre y se derraman muchas  gracias sobre la persona que lo reza. Por eso es importante rezarlo, desgranando las Ave Marías, con alegría y entusiasmo. El demonio es astuto. Sabe lo que le hace daño y lo que le molesta. Por eso, siembra en nosotros la desidia, la flojera, hace que perdamos el interés por rezar el rosario, que no lo recemos, o que lo hagamos de manera rutinaria, con devoción fingida o sin piedad.

En una ocasión, Sor Lucía le preguntó a la Virgen, ¿qué pasa si durante el rezo del rosario hay personas que no lo rezan con devoción? Y la Virgen le contestó: «La personas que están rezando sin devoción es como si se pusieran un paragüas, rechazando las gracias. mientras que aquellos que rezan con devoción, las recibe con plenitud».

El santo rosario se debe rezar pausadamente, con amor. Recordemos que los misterios son la descripción gráfica de la vida de nuestro señor Jesucristo. Hay personas que dicen que esta oración les resulta monótona o fastidiosa pero compáralo con la actitud de los enamorados: los enamorados no se cansan de decirse las mismas palabras; no se cansan de decirse cuánto se quieren y mientras más se lo dicen su amor crece más. Lo mismo sucede cuando rezamos pausadamente el Ave María.

Muchas veces, con nuestros labios, le estamos ofreciendo a la Virgen todo nuestro amor. No hay problema, por más difícil que sea, que no pueda resolverse por medio de la oración del Santo Rosario. Lo hemos comprobado en Hiroshima, Nagasaki, en las guerras.

Oremos el santo rosario y comencemos a desgastar esas cuentas, a cosechar las bendiciones y gracias reservadas para nosotros. ¿Qué te parece si hacemos una cadena de rosarios y le damos una paliza al demonio? Así estaremos más cerca de Dios, y con Dios, ¡siempre ganamos!