OPINIÓN | ¿Deprimido? ¿Triste?, por María García de Fleury
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Vivimos en medio de muchas corrientes contradictorias. Eso hace sentirnos sofocados, confundidos. Estamos ante horizontes inciertos. Las propuestas son fragmentarias y elevan lo pasajero, lo momentáneo, lo superficial, a rango de valioso, y pretende que eso sea lo que llene nuestra vida.
Estamos frente a una cultura de mediocridad e indiferencia que hace sentirnos desilusionados, desesperanzados, deprimidos. Se impone el tener sobre el ser. Pareciera que es más importante lo que haces que lo que eres. Que es más importante la comodidad, el egoísmo que el compartir y ser generoso. La tecnología y el consumo han creado ídolos de barro.
Los seres humanos siguen buscando la felicidad y el sentido de sus vidas sin encontrarlo. Ni las ideologías ni todo lo que hagamos van a darle sentido a la aventura humana. Porque el ser humano está hecho para el absoluto. Porque el alma tiene sed de estabilidad, de certeza, de infinito. San Agustín decía: «Nuestro corazón está inquieto y no encontrará la paz hasta que no repose en tí, Señor».
Hombres y mujeres tenemos sed de Dios. Y solo Dios puede conservar al mundo en la paz, en el bien. Dios es el que le da sentido a la vida de cada persona. Con ese milagro de que Jesús convirtió el pan en su cuerpo y el vino en su sangre, Dios se acerca a cada persona y podemos encontrarnos nosotros mismos.
El milagro del cuerpo de Jesucristo presente en la hostia consagrada es la presencia misteriosa y discreta, pero real y constante, de Dios que quiere acercarse a nuestra vida. Dios está esperándonos en la Eucaristía.
En la presencia de Dios siempre encontrarás nuevos ideales. Encontrarás la más extraordinaria e increíble oferta de amor. Acércate a Dios a través de la oración y el secreto de confesión, a través de la comunión, haciendo una obra eucarística. Allí Dios te va a hablar. Vas a encontrarle sentido a tu vida. Vas a sonreir de verdad. Vas a tener paz. Vas a mirar la vida con ilusiones y esperanza.
¿Quién dijo que todo está perdido? Todavía, con todo el historial de vida que tienes, es posible entregarle nuestro corazón a Dios. Y con Dios ¡Siempre ganamos!