#OPINIÓN | ¿Cómo vemos el mundo?, por María García de Fleury - 800Noticias
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Religión

María García de Fleury

Vivimos tiempos difíciles donde existe una necesidad crítica de centrarse en defender nuestras libertades básicas, como la libertad de vivir, de tener una vida digna, el respeto a los derechos humanos de cada persona, educación, vivienda, alimentación, propiedad, igualdad, seguridad, la libertad religiosa. Todos estos son principios morales fundamentales que encontramos en nuestra constitución nacional, desde la primera que fue redactada en 1811, pasando por todas las constituciones que se han redactado o las reformas que se le han hecho.

Existe una relación muy estrecha entre el reclamo al respeto de nuestra constitución y el reclamo de la religión. Hay una relación estrecha entre los valores morales y Dios. La verdad es un valor en sí mismo. Vivir en las mentiras, en las medias verdades, en el engaño, es atentar contra los principios morales básicos del ser humano.

Las personas no buscamos una verdad particular de belleza, de amistad, sino que buscamos la verdad en sí porque la mente quiere saberlo todo acerca de todo. Cuando llegamos a una verdad particular senos abre un abanico amplio de otras preguntas.

San Agustín dijo: «Mi alma no encuentra reposo hasta que repose en Dios». Dios es el nombre que la damos a los valores morales fundamentales en su forma incondicional. Dios no es una cosa más en el universo. Dios es la forma incondicional de ser. Es decir, Dios es la forma incondicional de verdad. Es el bien incondicional. La vida incondicional. La belleza incondicional. La justicia incondicional. Por eso  la voluntad en su trayectoria natural se dirigía hacia Dios.

Por eso en la vida diaria el acto más ordinario busca reflejar y participar en el bien, en la verdad, en la belleza. Estos valores son señas y señales que conducen a Dios. La vida moral refleja a Dios e indica el camino hacia él. Por eso, pisotear los derechos a una vida digna, burlarse de la Iglesia, sus miembros, pretender suplantarlos, hacer de la creencia en Dios un espectáculo para engañar a otros, ataca los valores fundamentales del ser humano.

La negación de Dios que se pretende establecer en forma firme e intencional conduce a la sacudida, al ocultamiento, a la eliminación de los valores morales objetivos y lleva a la apoteosis del ego, es decir, a pretender que yo soy quien impongo mis propias leyes a mi mismo. Aunque la persona esté muy alejada de Dios, y pueda percibir los valores fundamentales, a la larga una firma y continua negación de Dios va a conducir a una erosión moral.

Dostoevsky decía «si se niega la existencia de Dios entonces todo se vuelve posible. Todo se vuelve permisible. Y ese es el problema». Lo que hace que haya un orden social justo es la comprensión delos valores fundamentales, empezando por los derechos humanos inalieniables dados por Dios