#Opinión | Agua, fuego y viento, por María García de Fleury
María García de Fleury
Estos días hemos estado viviendo lluvias muy fuertes: el desbordamiento del agua de los ríos muy fuerte, con una fuerza destructora tremenda. A eso se le ha añadido vientos fortísimos. Incendios han devastados bosques completos y reducido a cenizas muchas casas.Señor, cuál
¿Qué se puede hace contra la fuerza de la naturaleza? Nada. hay que rezar. Pedirle a Dios su ayuda. Pero, una de las tres personas de la Santísima Trinidad, que es el Espíritu Santo, se le asocia con tres símbolos: agua, fuego y viento.
Cada uno de ellos tiene un trasfondo negativo porque el Espíritu Santo, sin duda, es muy peligroso.
El amor de Dios no es algo sentimental que te da palmaditas cariñosas en el hombro. El Espíritu Santo, como amor de Dios, es un amor feroz y ataca todo lo que va en contra de Dios y de las cosas de Dios. Las derrumba, las arrasa para limpiarlas.
Estamos viviendo la peor crisis en la historia de la humanidad,en materia financiera, social y religiosa. Estamos viviendo momentos morales que pretenden socavar las enseñanzas de Cristo en el Evangelio. Estamos padeciendo el trabajo de limpieza y de purificación, en general, que Dios dispuso para su creación. En esto están presentes los enemigos de la Iglesia.
En el Antiguo Testamento Dios entregó a su pueblo de Israel en manos de sus enemigos para purificarlo, como se vio con los sirios, los babilonios, los griegos, los romanos.
Pareciera que Dios está entregándonos hoy en manos de nuestros enemigos, bajo la dirección del Espíritu Santo en su forma negativa, purificadora y de amonestación.
Pero el Espíritu Santo trabaja positivamente dentro de la Iglesia. Así como sin agua no hay vida, pues el agua hace surgir toda la variedad de vegetación y vida, el Espíritu Santo hace surgir esa agua viva de la cantidad de ministerios dentro de la Iglesia.
Así como el viento permite levantar a millones de aviones y limpia el ambiente, el Espíritu Santo levanta millones de diferentes formas de ministerios dentro de la Iglesia.
Así como el fuego de la electricidad enciende nuestra tecnología, el Espíritu Santo enciende distintos ministerios de la Iglesia.
Estamos llamados a cooperar con el Espíritu Santo. A confiar en él con fe. Cooperamos con el Espíritu Santo cuando nos preguntamos, ¿Señor, cuál es mi labor? Y pensamos ¿Cómo me levanta el viento? ¿Cómo me aviva el agua? ¿Cómo me ilumina y me da electricidad el fuego del Espíritu Santo para hacer mi labor?
Cuando te respondas estas preguntas y comiences a actuar debido a ellas, serás parte de la solución de los problemas que estamos viviendo. Porque pondrás de manifiesto el agua viva, el viento fresco constructor y el fuego que ilumina del Espíritu Santo que es Dios…y con Dios, ¡siempre ganamos!