#OPINIÓN | 24 de julio de 2020, por María García de Fleury
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Hoy celebramos el Natalicio del Libertador Simón Bolívar. Su nombre completo es Simón Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios y Blanco. Nació en Caracas el 24 de julio de de 1783. En su niñez fue alumno de los ilustres Simón Rodríguez y Andrés Bello.
En 1799 viajó a España para completar su educación. Y estando en el Monte Sacro, el 15 de agosto de 1805, expresó su anhelo por trabajar en la libertad de su patria. Fue militar, estadista y político venezolano. El más grande de los libertadores de América. Una de las figuras más destacadas de la emancipación americana.
Contribuyó de manera decisiva a la Independencia de las actuales Bolivia, Colombia, Ecuador, Panamá, Perú y Venezuela. Le concedieron el título honorífico de Libertador de Venezuela. Participó en la creación de la Gran Colombia, de la cual fue Presidente.
Bolívar fue considerado por sus acciones e ideas como «El hombre de América», una destacada figura dentro de la historia universal porque dejó un legado político dentro de diversos países latinoamericanos, algunos de los cuales lo han convertido en objeto de veneración nacionalista. Ha recibido honores en varias partes del mundo.
Simón Bolívar se casó muy jóven y a los ocho meses enviudó. Lleno de tristeza se fue a París, Francia. Afligido, los amigos lo invitaron a conocer lo que estaba de moda, para levantarle el espíritu y lo llevaron a conocer la masonería. Fue a varias reuniones. Pero a los meses se regresó a Caracas. Más nunca asistió a una logia. Es más, en 1823 por decreto prohibió la masonería.
El Libertador no fue masón ni practicante de cualquier rito. La única religión que practicó fue la católica. Recibió el Bautismo, la Primera Comunión, la Confirmación, el sacramento del Matrimonio por la Iglesia.
Consciente de su delicado que se hallaba su estado de salud, Bolívar confesó con el Obispo de Santa Martha y recibió la extremaunción del Párroco de la población más cercana a San Pedro. Bolívar estaba consciente de que con Dios, ¡siempre ganamos!
