Nuestro reto, por María García de Fleury
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En la actualidad pareciera que Dios es cada vez más irrelevante, la dimensión espiritual está muy sofocada y las personas le huyen al compromiso serio de vida. Vivimos en una sociedad en la que la máxima aspiración es el bienestar material, hay dimensiones espirituales del ser humano que están tan maltratadas en nuestra civilización técnica y economicista que es increíble, estas dimensiones maltratadas se toman la revancha y a veces brotan de forma irracional como fundamentalismos.
Por su parte, el evangelio de Jesucristo invita al ser humano a que se abra a la trascendencia, a que que reconozca que su captación de la realidad es muy limitada y supera a su propia existencia, el Evangelio invita a que se aceptemos las preguntas que surgen acerca del sentido de la propia vida y de la historia, que sigamos preguntándonos, aunque no encontremos respuestas claras y rápidas. Busquemos esas respuestas rápidas a la vida en el evangelio, porque allí se explica la dimensión espiritual y trascendente de toda persona, así como la raíz última de la dignidad humana.
El discípulo de Jesús aprende a esforzarse por las relaciones personales y también en la sociales, la lógica del don y de la gratuidad, esto nace en la experiencia personal de Dios, en la que se descubre amado y perdonado por Dios, llamado a recibir gratuitamente un don que supera todas sus posibilidades.
La lógica del amor gratuito y desinteresado es una autentica novedad en una sociedad como la nuestra, tan marcada por las relaciones mercantiles e interesada, alguna de las cuales han colonizado absolutamente toda la vida social. Cuando encontramos un destello de un amor desinteresado ahí podemos descubrir un signo del reino de Dios, ver que si es posible vivir de otra manera, un signo novedoso y a la vez de los más altamente humanizador, pues es la máxima expresión de la libertad humana.
Las cosas más valiosas no se compran con dinero, no son respuestas a nuestros méritos, sino que son dones o regalos, como por ejemplo, la vida, el amor verdadero, la amistad. Dios sale al paso con un amor gratis, un amor que no busca nada para sí, un amor desbordante. Dios simplemente invita a cada persona a participar en su vida, el ser humano está hecho para dar en función de la necesidad del otro y no en función del beneficio propio, estamos llamados a introducir este concepto incluso en la vida económica y en las relaciones internacionales.
La lógica del amor gratuito que busca el bien del otro, supone obviamente la justicia, pero implica ir más allá, implica la Misericordia que Jesús enseñó y que hace más humana a la sociedad. En este tiempo de secularización nuestro gran reto es elevar sustancialmente la calidad de nuestro cristianismo viviendo cada vez más las enseñanzas del Evangelio dadas por Jesucristo, porque él es Dios y con Dios siempre ganamos.
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