Nuestra Señora del Perpetuo Socorro - 800Noticias
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Religión

por: María García de Fleury

La virgen del Perpetuo Socorro es la patrona de los padres redentoristas, y esta imagen recuerda el cuidado de la virgen por Jesús desde su concepción hasta su muerte y que hoy sigue protegiendo a sus hijos que acuden a ella.

Su origen es incierto, se estima que el retrato fue pintado entre los siglos XIII y XIV; este ícono bizantino parece ser una copia de una famosa pintura de Nuestra Señora que según la tradición, fue pintada por el mismo San Lucas. La original se veneraba en Constantinopla por siglos como una pintura muy milagrosa, pero fue destruida en 1453 por los turcos cuando capturaron la ciudad.

Fue pintada en un estilo plano característico de los íconos y tiene una calidad primitiva; además tiene una serie de letras en griego, las iniciales al lado de la corona de la madre MPOY la identifican como la madre de Dios; las iniciales al lado del niño ICXC significan Jesucristo, las letras griegas en la aureola del niño OWU, significan el que es, mientras que las tres estrellas sobre la cabeza y los hombros de María santísima indican su virginidad antes del parto, en el parto y después del parto.

Las letras más pequeñas identifican al ángel a la izquierda como San Miguel Arcangel, quien sostiene la lanza y la caña con la esponja empapada de vinagre, instrumentos de la pasión de Cristo. El ángel a la derecha es identificado como San Gabriel Aracangel y sostiene la cruz y los clavos. Pero hay que notar que los ángeles no tocan los instrumentos de la pasión con las manos sino con el paño que los cubre.

Cuando esta imagen fue pintada, no era común pintar aureolas, por eso, el artista redondeó la cabeza y el velo de la madre para indicar su santidad. Los halos y las coronas doradas fueron añadidas mucho tiempo después.

El fondo es dorado, símbolo de la luz eterna y da realce a los colores más bien vivos de las vestiduras. Para la virgen el velo o manto es de color púrpura, símbolo de la divinidad a la que ella se ha unido excepcionalmente, mientras que el traje azul indica su humanidad. En este retrato, la virgen está fuera de proporción con el tamaño de su hijo, porque es María a quien el artista quiso enfatizar.

Cuando nosotros vemos al niño, vemos cantidad de detalles desde la ingenuidad del artista que quiso asegurarse de que la identidad de cada uno se conociera; hasta la sandalia que cuelga del pie del niño Jesús con cara de asustado. El niño divino siempre con esa expresión de madurez que conviene a un Dios eterno en su pequeño rostro, está vestido como lo hacían en la antiguedad los nobles y filósofos: una túnica ceñida por un cinturón y un manto echado al hombro.

El pequeño Jesús tiene en su rostro una expresión de temor y con sus dos manitos aprieta la derecha de su madre que mira de frente con actitud recogida y pensativa, como si estuviera recordando en su corazón la dolorosa profecía que le hizo Simeón, el misterioso plan de la redención que ya había presentado Isaías.

En su doble denominación, esta imagen de la virgen recuerda el centralismo salvífico de la pasión de Cristo y de María y al mismo tiempo la socorredora bondad de la madre de Dios y nuestra a quien nosotros le debemos mucha devoción, porque esa devoción se la da a Dios y con Dios ¡siempre ganamos!