¿Necesitas esperanza?, por María García de Fleury
Por María García de Fleury
Todos necesitamos esperanza, la esperanza es una virtud teologal que recibimos en el bautismo para sostenernos en nuestro camino por la vida hacia Dios, necesitamos esta ayuda sobrenatural, que es una gracia que nos eleva por encima de las tendencias naturales.
En la vida de un seguidor de Jesús la esperanza señala la meta final, una vida eterna de alegría estando en la amorosa presencia de Dios, somos un pueblo peregrino en marcha, porque aquí no tenemos ciudad duradera, sino que buscamos la ciudad venidera, así dice la carta a los Hebreos en el capítulo 13, «estamos en el camino desde un valle de lágrimas hacia el lugar donde Dios enjugará toda lágrima de los ojos». Para un viaje así se necesita mucha energía y la esperanza la proporciona.
Estamos en camino porque esperamos ver lo que ningún ojo ha visto, oír lo que ningún oído oyó, saber lo que ningún corazón humano concibió. Nuestra esperanza es la fuerza motriz, poner la esperanza en cosas que son pasajeras como dinero, fama o poder es realmente no tener esperanza, porque esas cosas algún día van a llegar a su fin, tener esperanza en ellas es tener una esperanza muerta.
La esperanza cristiana es viva porque hace ver que el mundo se desarrolla según el plan divino de Dios y se basa en la resurrección de Jesús que incluye una herencia incorruptible.
Saber que pasando por este mundo, nuestro objetivo es en realidad el próximo mundo, cambia toda nuestra perspectiva moral sobre las cosas, la esperanza mantiene consciente la realidad de que estamos en camino, no hemos llegado a nuestro destino, la nueva vida que tenemos en Cristo es algo que nunca nadie podrá quitarnos, de hecho, será aún más gloriosa, una vez que alcancemos el estado eterno.
Crecemos en esperanza cuando la ponemos en práctica, la buscamos, la ejercitamos, cuando dejamos que esta moldee, nuestras acciones. Si alguien está agobiado o ansioso por algo, tener esperanza lo ayudará a recordar que la situación actual no es la última palabra, no es decirle a quien está preocupado que no se preocupe es ayudarlo a tener una actitud esperanzadora para que mantenga su reacción en perspectiva.
Si la esperanza mantiene a los peregrinos en marcha, la mayor tragedia para una persona es perder la esperanza, si eso sucede su vida por la vida, ya no tiene ningún sentido, sería una marcha hacia un vacío inmenso, estar sin esperanza, es estar prisionero en un espacio vacío, estar encerrado en un tiempo que no avanza donde no hay esperanza, no hay vida. Dios une la vida y la esperanza y ningún ser humano, debe separarlas. Tengamos presente que Dios no pide cosas que están más allá de la capacidad natural de cualquiera, nuestro Dios permanece fiel.
La esperanza no defrauda, vivimos la virtud de la esperanza recurriendo a la Divina Misericordia, el orgullo hace que pensemos que podemos manejar todo nosotros mismos y esto no es verdad, necesitamos la ayuda de Dios, por eso para reducir la sensación de impotencia, tomemos tiempo para orar, para evaluar, lo que Dios pide a cada uno. Dios por ser quien es va a hacer todo el trabajo pesado. Abracemos la esperanza en Dios pongamos nuestra confianza en él porque con Dios ¡siempre ganamos!