Mundo atroz| Niño yemení de seis años solo pesa cuatro kilos
El Mundo
El hambre de Yemen, la nación más pobre del golfo Pérsico, tiene rostro. Anida en un esqueleto minúsculo de huesos, piel y ojos hundidos que sólo guarda un recuerdo: el de un hambre atroz. Su cuerpo vino al mundo con hambre y, a duras penas, crece a pesar del hambre.
La imagen de un niño yemení reducido a una osamenta cadavérica -con las costillas marcadas en su torso y dos brazos de fino alambre- ha recorrido esta semana el planeta como fogonazo remoto de una guerra olvidada. Tan lejana y ajena que las crónicas que reprodujeron el fotograma despojaron a su protagonista de nombre y biografía. Pero los tiene.
El pequeño se llama Salem Abdalá Isa y nació en 2010 en Al Mutina, un pueblo perdido de Hodeida, una provincia situada en el oeste de Yemen frente a las costas de Eritrea. Vivió en una choza de pescadores hasta que a principios de septiembre ingresó en el hospital de la revolución de Hodeida, a unos 80 kilómetros de su hogar. La doctora Hana Ebra fue la primera persona que le atendió. «Salem tiene seis años pero pesa cuatro kilos. Es como si fuera un recién nacido. Cuando llegó a la clínica sufría de desnutrición severa. Está mejorando con el tiempo y la ayuda de los fármacos», relata la médica en conversación telefónica con Crónica. Su estado, sin embargo, sigue siendo tan débil como la imagen que proyecta su cuerpo. Las fiebres altas que azotan su endeble armazón aún no han remitido y los galenos se muestran preocupados por el sino del crío. Temen la recaída que sucederá al alta, lejos de los pasillos del hospital.
Desde su ingreso en la clínica Hudaid Masbah, la madre del pequeño no se ha separado del lado de Salem. Las habitaciones de la unidad de desnutrición no conocen la tregua. Los 12 camastros de los que dispone llevan meses ocupados por estómagos vacíos. «Desde que nació, hasta ahora, siempre ha tenido hambre», comenta Hudaid, que ha dejado en la aldea al resto de retoños para acudir al auxilio del más frágil.
Sus palabras rezuman impotencia. La familia de Salem es una prole abundante,marcada por la muerte de dos de sus hermanos por falta de asistencia sanitaria. Le quedan otros siete: Anuar, de 26; Nura, de 21 y madre de dos niños; Mohamed, de 17; Spot, de 14; Adel, de 12; Fayez, de 10 y Zayed, que no supera los 12 meses. Ninguno sabe leer ni escribir porque en los confines que habitan solo el hambre les visita.